"Ayúdame", era lo escuchaba Jaime en su cabeza mientras comía un pan con queso en el comedor. Al principio pensó que eran las voces que siempre le advierten de no matar o no golpear a alguien pero no, esto era distinto, era una nueva voz.
"Ayúdame", mientras masticaba y el vapor de la taza de té recién hervida se colaba por su nariz, comenzó a observar si es que podría ser algo en la casa; raro, a sabiendas de que en ese momento se encontraba solo.
"Ayúdame", mientras masticaba y el vapor de la taza de té recién hervida se colaba por su nariz, comenzó a observar si es que podría ser algo en la casa; raro, a sabiendas de que en ese momento se encontraba solo.
"Ayúdame", la frase comenzaba a tener sentido al fijar su mirada en el chancho/alcancía de greda que se encontraba al frente de él. Su mirada penetrante y su cara sin expresiones lo observaba directamente a los ojos.
"Ayúdame, Jaime", escuchó claramente su nombre. Jaime dejó de masticar y comenzó a ponerse de pie lentamente sin perder de vista al cerdo. Su corazón comenzó a latir rápido. Los resultados de sus exámenes ya daban cuenta de que tenía la presión alta. Un puerco que le hablaba telepáticamente solo empeoraba las cosas.
"Porfavor, ayúdame", Jaime comenzó a gritar mientras se tapaba sus oídos, vociferando "¡Deja de hablarme chancho conchadetumadre!". Jaime fue a su turbulenta pieza en busca del celular para tomarle una foto al cerdo...
Su celular sonaba pero nadie contestaba, hasta que después sonó apagado. No había ido a trabajar. No había ido a clases. Pasaron varios días hasta que algunos amigos de Jaime forzaron la entrada de su casa para buscarlo. El celular yacía en el suelo de la casa pero de Jaime no había ningún rastro, salvo un pan con queso rancio a medio comer sobre la mesa al lado de un añejo té.
"Ayúdame, Jaime", escuchó claramente su nombre. Jaime dejó de masticar y comenzó a ponerse de pie lentamente sin perder de vista al cerdo. Su corazón comenzó a latir rápido. Los resultados de sus exámenes ya daban cuenta de que tenía la presión alta. Un puerco que le hablaba telepáticamente solo empeoraba las cosas.
"Porfavor, ayúdame", Jaime comenzó a gritar mientras se tapaba sus oídos, vociferando "¡Deja de hablarme chancho conchadetumadre!". Jaime fue a su turbulenta pieza en busca del celular para tomarle una foto al cerdo...
Su celular sonaba pero nadie contestaba, hasta que después sonó apagado. No había ido a trabajar. No había ido a clases. Pasaron varios días hasta que algunos amigos de Jaime forzaron la entrada de su casa para buscarlo. El celular yacía en el suelo de la casa pero de Jaime no había ningún rastro, salvo un pan con queso rancio a medio comer sobre la mesa al lado de un añejo té.
Uno de sus amigos, Elliot, llevó el celular a su casa para cargarlo, en busca de alguna pista sobre su paradero. La última foto correspondía a la del puerco de greda, sobre la mesita a un costado de la frutera. Elliot miró un buen rato la imagen, hasta que alguien le susurró al oído, "Ayúdame".