- Buena, hüeón, como estai’ –era Eliel, un amigo del que no sabía nada hace tiempo.
- ¡Buena! –contesté en un somnoliento tono.– ¿En qué andai’?
- Estoy fuera de tu casa –Eliel venía con la peor promo de todas: Vodka y energéticas.
Cursando ya las 7 de la mañana, mi corazón no disminuía sus latidos, al contrario, aumentaron. Como si fuese un sapo, las venas de mi cuello palpitaban excesivamente y mis movimientos se volvían acelerados y erráticos.
Eliel me propuso ir a buscar a una amiga que vivía cerca, para que siguiéramos la diversión. La mala suerte nos persiguió, a raíz de que quién abrió la puerta no fue su amiga, sino la madre, quién observó el evidente halito alcohólico de Eliel y lo mando a la mierda. Mi amigo se retiró a su hogar, tomando el colectivo más cercano. Mientras que yo… yo no me podía dormir.
La tercera lata de energética que bebí fue un exceso y el poder extra del que me brindó no me dejaba tranquilo. Me fui a la plaza más cercana y comencé a columpiarme, jugar solo el sube y baja, dar vueltas en círculo, pero nada. Mi sístole y diástole estaban a la conchadesumadre y ya me estaba desesperando cuando entendí la solución. Debía asesinar a alguien.
Ya era de noche cuando mi corazón se calmó. Tumbado en la cama y mirando el techo, me preguntaba todo lo que hice aquella mañana y tarde. Desde la cima de repisa, el cráneo de mi amigo Eliel miraba, esperando su cuarta energética.
- ¡Buena! –contesté en un somnoliento tono.– ¿En qué andai’?
- Estoy fuera de tu casa –Eliel venía con la peor promo de todas: Vodka y energéticas.
Cursando ya las 7 de la mañana, mi corazón no disminuía sus latidos, al contrario, aumentaron. Como si fuese un sapo, las venas de mi cuello palpitaban excesivamente y mis movimientos se volvían acelerados y erráticos.
Eliel me propuso ir a buscar a una amiga que vivía cerca, para que siguiéramos la diversión. La mala suerte nos persiguió, a raíz de que quién abrió la puerta no fue su amiga, sino la madre, quién observó el evidente halito alcohólico de Eliel y lo mando a la mierda. Mi amigo se retiró a su hogar, tomando el colectivo más cercano. Mientras que yo… yo no me podía dormir.
La tercera lata de energética que bebí fue un exceso y el poder extra del que me brindó no me dejaba tranquilo. Me fui a la plaza más cercana y comencé a columpiarme, jugar solo el sube y baja, dar vueltas en círculo, pero nada. Mi sístole y diástole estaban a la conchadesumadre y ya me estaba desesperando cuando entendí la solución. Debía asesinar a alguien.
Ya era de noche cuando mi corazón se calmó. Tumbado en la cama y mirando el techo, me preguntaba todo lo que hice aquella mañana y tarde. Desde la cima de repisa, el cráneo de mi amigo Eliel miraba, esperando su cuarta energética.