Mientras
la comida se hacía escasa y el alcohol excesivo, las palabras más extrañas
comenzaron a brotar dentro de la conversación entre los sentados alrededor de
la mesa. Uno de ellos era Valentín, quién provisto de una enorme barba que
albergaba un sinnúmero de pedazos de miga, vociferaba una verdad inédita para
todos los presentes.
- - ¡Pero si se llama pupo! ¡Al ombligo le decimos pupo!–
exclamó Valentín levantando los brazos.
- - ¿Pupo? Pero si nadie le dice así– las carcajadas no se demoraron
en aparecer. En la ciudad donde nació Valentín, pupo era el sinónimo de
ombligo; también, era la clave para un portal a otro mundo si es que se decía
muchas veces seguidas.
- -
¡Pupo po’, hüeón! ¿Quién chucha le dice pupo?– espetaba uno de los integrantes
en la mesa, con un evidente olor a trago.
- - ¡Aguante el pupo, loco!
- - ¡Pupo! ¡Pupo!– todos empezaron a vitorear la palabra prohibida en
voz alta mientras sus puños golpeaban la mesa. Bastó que estuvieran 5 segundos
así para que el caos se desatara.
La mesa
comenzó a temblar mientras desde el centro todo estaba siendo absorbido;
mantel, cervezas, botellas de vino, comida, individuales. Las ampolletas explotaron,
los celulares mostraban raros símbolos y emitían extraños sonidos guturales
propios del inframundo. Todos aterrorizados observaban como el Dios Pupo
gritaba desde el portal mientras sus garras sobresalían, aferrándose de la
mesa.
- - ¡Espera! ¡Déjame ayudarte!– en un heroico y bizarro acto, Valentín comenzó a
extraer una larga y prominente pelusa del ombligo del endemoniado ser (su
cuerpo consistía en un ombligo). Poco a poco la mesa dejó de moverse, las
ampolletas se reconstruyeron solas, la comida y los bebestibles comenzaron a
reaparecer, mientras que el monstruo comenzó a calmarse. Su cuerpo sin pelusa
comenzó a esbozar una amplia sonrisa mientras Valentín terminaba de extraer la
porquería negra, pegajosa y hedionda.
Todos
los presentes, con sus narices tapadas, veían como el Dios Pupo se despedía de
ellos haciendo una clara reverencia. Valentín, por otro lado, estaba extasiado.
- -
¡Te dije! ¡Te dije! – hizo una larga pausa, respirando dificultosamente–
¡Aquí le decimos pupo!