Con el torso desnudo y respirando el aire de las calles, Samuel ostentaba el récord más enfermo que nadie pudiera concebir: le encantaba tocarse sobre los perros que defecaban.
Ya habían rumores en la villa de que cierto esquizofrénico se tocaba sobre los indefensos perros, quienes sin entender lo que pasaba, eran marcados con el contenido genético de Samuel. No había registro, nadie sabía quién era, pero todos estaban al tanto de que alguien merodeaba los alrededores haciéndolo.
Samuel sabía que le quedaba poco tiempo antes de que descubrieran esa y otras verdades, por lo que hoy sería la última que se mandaría en esta villa. "Tengo que buscar un perro grandotote", pensó con sus desorbitados ojos, en búsqueda de algún animal acorde a su medida, hasta lograrlo.
El enorme perro que Samuel vio estaba concentrado oliendo unas plantas en la plaza, sin darse cuenta del enfermo humano que se asomaba lentamente por detrás, listo ya para desenfundar al momento de que el animal defecara.
Samuel logró su momento de éxtasis y aprovechando el estado de aparente shock en el que el animal estaba, buscó el nombre de su última víctima en la villa, para recordarlo por siempre. El collar tenía unas desordenadas letras hechas con cuchillo, que juntas mostraban el inconfundible nombre, "TAIRON".
El nombre resonó en su cabeza con más fuerza cada vez que lo repetía, "Ta... Tai...¿Tairon?". Un escalofrío le recorrió la espalda mientras se alejaba muy despacio del can. Tairon era la mascota de Baxter (otro persona de la villa más loca aún), llevaba abandonado varios meses sin que su dueño lo reclamara. Todos sabían que si te encontrabas a Baxter o a su mascota, debías huir... De inmediato.
Samuel no pudo hacerlo y Tairon le acertó una justa patada en la cara, dándolo vuelta en el aire y cayendo estrepitosamente en el pasto de la plaza.
26 largos minutos de masacre pasaron hasta que Tairon sació su ira contra Samuel, quién quedó inmerso en un charco de su sangre, tierra y piedras. Todos sus órganos se encontraban fuera de su cuerpo, algunos mordisqueados y otros orinados por el enorme perro.
Samuel permaneció allí un largo rato, mirando el túnel de luz que lo llevaría al infierno, donde las imágenes de las cientos de animales que abusó le dieron un respiro de satisfacción, justo antes de que Tairon le arrancara la cara y parte del cerebro de un último gran mordisco.
Ya habían rumores en la villa de que cierto esquizofrénico se tocaba sobre los indefensos perros, quienes sin entender lo que pasaba, eran marcados con el contenido genético de Samuel. No había registro, nadie sabía quién era, pero todos estaban al tanto de que alguien merodeaba los alrededores haciéndolo.
Samuel sabía que le quedaba poco tiempo antes de que descubrieran esa y otras verdades, por lo que hoy sería la última que se mandaría en esta villa. "Tengo que buscar un perro grandotote", pensó con sus desorbitados ojos, en búsqueda de algún animal acorde a su medida, hasta lograrlo.
El enorme perro que Samuel vio estaba concentrado oliendo unas plantas en la plaza, sin darse cuenta del enfermo humano que se asomaba lentamente por detrás, listo ya para desenfundar al momento de que el animal defecara.
Samuel logró su momento de éxtasis y aprovechando el estado de aparente shock en el que el animal estaba, buscó el nombre de su última víctima en la villa, para recordarlo por siempre. El collar tenía unas desordenadas letras hechas con cuchillo, que juntas mostraban el inconfundible nombre, "TAIRON".
El nombre resonó en su cabeza con más fuerza cada vez que lo repetía, "Ta... Tai...¿Tairon?". Un escalofrío le recorrió la espalda mientras se alejaba muy despacio del can. Tairon era la mascota de Baxter (otro persona de la villa más loca aún), llevaba abandonado varios meses sin que su dueño lo reclamara. Todos sabían que si te encontrabas a Baxter o a su mascota, debías huir... De inmediato.
Samuel no pudo hacerlo y Tairon le acertó una justa patada en la cara, dándolo vuelta en el aire y cayendo estrepitosamente en el pasto de la plaza.
26 largos minutos de masacre pasaron hasta que Tairon sació su ira contra Samuel, quién quedó inmerso en un charco de su sangre, tierra y piedras. Todos sus órganos se encontraban fuera de su cuerpo, algunos mordisqueados y otros orinados por el enorme perro.
Samuel permaneció allí un largo rato, mirando el túnel de luz que lo llevaría al infierno, donde las imágenes de las cientos de animales que abusó le dieron un respiro de satisfacción, justo antes de que Tairon le arrancara la cara y parte del cerebro de un último gran mordisco.