“Por la mierda, ¿qué hago?”, pensaba mientras
estaba de rodillas escondido detrás de la mesa de la cocina. No sé por qué
había un tipo en mi casa, desconozco por donde pudo entrar, pero el tipo estaba
allí, en el segundo piso, merodeando.
Justo hoy no había salido con mi celular, lo había dejado en la escalera por donde podría bajar el tipo. “Lo dejé en silencio, parece”, por lo que fui a buscarlo para llamar a la policía, mi fiel amiga policía.
Me quité las zapatillas para lograr silenciar aún más mis pasos. Tambaleante y muy precavido me acerqué a la escalera donde mi celular me esperaba, “mi salvación”.
“¡Ding!”, sonó la notificación de Facebook que llegó al cel. Alcancé a ver como mi querida amiguita me había puesto el “Hola” a las 1am, justo provocando la reacción del ladrón quién descendió rápidamente por las escaleras sin percatarse del celular que estaba boca abajo.
Nunca había visto como una persona se rompía el cuello al caerse de unas escaleras. Fue como si hubiese pisado una banana del Mario kart. Ya medio moribundo, el delincuente trató de alcanzar su pistola, pero no se lo pude permitir. Su malogrado cuello quedó apoyado justo en el ángulo que quería, en donde como si fuese un rama de un árbol que debiese romper, la pata’ descendente que le mandé terminó la tarea que había comenzado la escalera… ¡No! Sino que, más bien, lo que comenzó el sonido del pele, el cual, una vez más, me trajo una sonrisa y alegría a mi corazón (y posiblemente también, a mis calzoncillos).
Justo hoy no había salido con mi celular, lo había dejado en la escalera por donde podría bajar el tipo. “Lo dejé en silencio, parece”, por lo que fui a buscarlo para llamar a la policía, mi fiel amiga policía.
Me quité las zapatillas para lograr silenciar aún más mis pasos. Tambaleante y muy precavido me acerqué a la escalera donde mi celular me esperaba, “mi salvación”.
“¡Ding!”, sonó la notificación de Facebook que llegó al cel. Alcancé a ver como mi querida amiguita me había puesto el “Hola” a las 1am, justo provocando la reacción del ladrón quién descendió rápidamente por las escaleras sin percatarse del celular que estaba boca abajo.
Nunca había visto como una persona se rompía el cuello al caerse de unas escaleras. Fue como si hubiese pisado una banana del Mario kart. Ya medio moribundo, el delincuente trató de alcanzar su pistola, pero no se lo pude permitir. Su malogrado cuello quedó apoyado justo en el ángulo que quería, en donde como si fuese un rama de un árbol que debiese romper, la pata’ descendente que le mandé terminó la tarea que había comenzado la escalera… ¡No! Sino que, más bien, lo que comenzó el sonido del pele, el cual, una vez más, me trajo una sonrisa y alegría a mi corazón (y posiblemente también, a mis calzoncillos).