Y allí estaba ella, sentada con la misma elegancia de siempre. Me quité la mochila y busqué desesperado en el bolsillo lateral, el más largo que había para que no se arrugara. Observé la carta con bastantes dudas, sin darme cuenta que sus amigas se habían percatado de mi presencia. Fruncí el ceño recordando toda la fe y cariño que puse en aquellas palabras. Me acerqué, con la frente en alto.
- Disculpa, ¿tienes un minuto? –dije tratando de mantener mi voz firme y coqueta.
- Pero claro, ¿Qué pasa? –contestó mientras tendía el blanco sobre, el que había rociado con mi desodorante, aquel que me había dicho que le gustaba. Ella la mira con desprecio, tapándose la nariz al igual que sus amigas, sin yo entender porqué. Comienza a leerla, para mi sorporesa, en voz alta:
"La semana pasada vi que salias del baño algo pálida. Pensé que tenías un altercado estomacal y entré para oler si era cierto o no. Tú sabes que me gusta ayudarte siempre que pueda, a pesar de que me evites e ignores. Tu perfume tan particular inundaba el cubículo, tratando de cubrir el olor a mierda que aún yacía allí, flotando en el agua.
En un acto que consideré de puro y sana devoción hacia ti, mi amada, decidí orinar sobre tu hermosa caca, formando un dorado caldo de fragante amoníaco e islas de metano sólido que simulaban crutones, fundiéndose en un profundo abrazo digno de una novela de Shakespeare.
Para cuando terminé, tomé lápiz y papel y redacté esto en aquel preciso instante, cuando decidí querer y desearte por siempre... Te amo."
En un acto que consideré de puro y sana devoción hacia ti, mi amada, decidí orinar sobre tu hermosa caca, formando un dorado caldo de fragante amoníaco e islas de metano sólido que simulaban crutones, fundiéndose en un profundo abrazo digno de una novela de Shakespeare.
Para cuando terminé, tomé lápiz y papel y redacté esto en aquel preciso instante, cuando decidí querer y desearte por siempre... Te amo."
Antes de llegar a la parte del "caldo", ya había recibido una sonora cachetada que casi me saca la cabeza de mi cuello. Indignada, mi amada vociferó algo sobre "los pacos" y "sucio de mierda" pero yo seguía sin comprender, viendo mi carta arrugada irse a lo lejos producto del viento y preguntándome: "¿Qué hice mal?".