Me encontraba caminando a altas horas de la noche por la carretera, solo con una botella de ron a medio llenar y un poleron que no me abrigaba absolutamente nada. El viento de la costa mas el que me lanzaban los camiones al pasar, hacia imposible que pudiese hacer cualquier otra cosa excepto caminar hacia mi destino.
Siendo ya pasada las 00:00, mi cuerpo comenzaba a responder de manera lenta y errática. Fue aquí cuando decidí hacer dedo; necesitaba irme a alguna cama a dormir. Desesperado, seguí haciendo dedo sin mucha esperanza por casi media hora. Justo cuando mi brazo ya estaba cansado de estar en el aire, un auto me toca la bocina y se estaciona en la acera.
Iba corriendo hacia el vehículo, hasta que me empiezo a percatar de como era. Futurista, pequeño, solo con 2 asientos y al parecer, muy caro. Bajan el vidrio y al volante había un anciano canoso, con lentes y de no mas de 70 años. Me mira con un cuello que se gira lentamente.
- ¿A donde va, mijito?– me responde con ese aliento a anciano que puedes captar de kilómetros.
- A Serena, no pasa ninguna micro ahora– el frío me invadía por lo que, aunque fuese una estúpida decisión, me metería de todas maneras.
- Suba nomas'.
Asientos de cuero, radio colorida, un mini cooler en el medio de los dos asientos. Todo parecía extraño, pero no me cuestione nada y me puse el puto cinturón de seguridad.
- ¿Quieres algo?, saca nomas'– y me entrega una cocacola light.
La tomo y está fría, buena temperatura para tomarla. Empiezo a pensar que podría tener un somnífero, que podría haberlo metido con una jeringa por algún lado de la lata, así que la dejo ahí. Entonces, me empieza a mostrar el freno del auto.
- Este es automático, ¿ves?– por un instante avanzamos tranquilamente y en otro, el auto iba una velocidad de mierda.
El anciano, con una notable habilidad, adelanta camiones, autos y camionetas a 200 kms. Sentía que iba a vomitar mientras el ron se balanceaba de lado a lado, permitiendo que las partículas de alcohol se acercaran a mi nariz y me diera mas náuseas aún.
Justo cuando le iba a decir que fuera mas lento, chocamos. Mi cuerpo sale disparado a través del parabrisas. "El cinturón no sirvió de nada", pensé mientras veía unos metros mas allá en el aire, al anciano riéndose y con espuma que brotaba de su boca. Se da cuenta que lo estaba mirando, por lo que me grita.
- ¡Esto no es acá hijo! ¡Esto no es acá!– con sus ojos revueltos, sus lentes caen y algo extraño brota de su longevo cuerpo.
Unas alas de color piel se balanceaban e inundaban nuestro accidente con un aroma a vainilla. Siento que algo me toma por la espalda. Unas palomas con barba se reían, mientras que una de ellas me hizo un gesto con la cabeza de que todo esta bien. Asentí y miré hacia abajo, dejando de lado mi botella de ron y el caos que habia quedado en el accidente. Me reía y reía. El anciano ya lo habia perdido de vista, supongo que se fue a su nube, pero en cambio yo, seguí con las palomas, hasta que nos perdimos de vista en el ocaso de invierno.