José estaba muy contento de su nuevo trabajo. Había entrado hace una semana al banco y todos lo recibieron muy bien. Le habían informado de que a veces habían situaciones un poco estresantes y que te podrían descolocar un poco, pero hasta el momento José lo había pasado de maravilla, hasta el momento.
Era lunes por la mañana, el banco estaba atestado y la larga fila avanzaba lentamente. José firmaba y timbraba cheques, depósitos y giros rápidamente, siempre tuvo una habilidad para ello. Mientras levantaba la cabeza para ver quién venía, observa como algunas personas en la fila se tapan la nariz y hacen el clásico gesto de cuando alguien se tira un pedo, moviendo las manos en el aire. Una persona aparentemente borracha, quién venía chocando con todo y todos a su alrededor, se acercaba a su caja. La persona que venía se apartó a un lado producto del repugnante olor que expelía; dicho olor terminó por congelar a José una vez que el sujeto llegó a su caja. "Qui... quiero... ha... hacer un... un depo... depochito'", le balbuceaba el borracho. José no pudo reaccionar de inmediato, sino que lo hizo cuando el ebrio "depositó" su vómito en toda la ventana, el cuál chorreaba en la mesa llegando hasta el suelo. José comenzó a apretar el botón de seguridad desesperadamente; el borracho le despertó algo en él.
Los guardias reaccionaron de inmediato, golpeando y acarreando al sujeto hacia la salida. Una vez que el clima comenzó a calmarse, José se reincorporó recibiendo las preguntas de sus compañeros sobre si estaba bien ó como se sentía. Mintió diciendo que estaba bien. José no estaba bien, lo sabía y lo corroboró cuando veía al sujeto forcejear fuera del banco.
"Agáchate José", resonaba en su mente. "Sigue José... así...", los pensamientos y recuerdos iban y volvían. José puso sus manos sobre su cráneo, apretándose y gritando incoherencias. Estaba sufriendo y lo sabía. Cayó al suelo gritando, antes de que su mente se nublara y sus recuerdos reviviesen. "Así José... así", le decía su captor, Franco, quién le daba duro todos los días después del colegio cuando era pequeño. Cajas de hipoglós debía ir a comprar todas las semanas, su dolor era intenso y su agonía aun peor. Franco nunca pudo dejar la bebida, siempre fue un borracho empedernido. José no veía a su padre hace 20 años.