"Hay que caminar un poco nomás", nos dijo nuestro amigo. Un tanto temeroso decliné su propuesta, pero mi amiga no, la cuál lo acompaño. Se agacharon para pasar a través de la cerca y se adentraron tranquilamente en el espeso y oscuro bosque. Nosotros tres, quienes miramos como se perdían dentro de la noche, mirábamos, mirábamos y mirábamos. Al cabo de unos minutos escuchamos como un árbol caía de la nada y cómo, además, alguien empezó a iluminar con una linterna donde podrían estar nuestros amigos. Llamámos a uno, el cuál nos dijo que estaba todo bien y ya habían encontrado lo que necesitaban.
Pasó media hora y ellos no salían... ¡Media hora!. Motivado por la adrenalina, me adentré dentro de la llanura, mientras mis amigos gritaban que no lo hiciera. Los gritos se hicieron mas pequeños cuando ya todo era oscuro y no podía ni siquiera ver mis propias manos, la oscuridad era total.
Fue allí cuando los encontré a los dos, entremedio de los árboles. ¡Estaban copulando, dándose como caja, haciéndose mierda! A un costado yacía el tronco que se había precipitado al suelo, quizá porque no estaba apto para resistir los "quiñasos" de dos hombres calientes.
No recuerdo si era por la sorpresa que me encontré que me olvidé de mi alrededor. La linterna ya había llegado y alumbraba a mis amigos. Me preguntaron quién era, por lo que solo atiné a decir un nombre falso. Por alguna extraña razón me habían reconocido... ¡eran ellos, mis amigos!. "Pero entonces, quienes son los que se estaban dan...". Me congelé y mis amigos también, al alumbrarlos con el foco. También eran ellos, dos personas idénticas a mis amigos se follaban sin parar bajo el lúgrube bosque.
Al mirarnos nuestras caras de desconcierto el bosque ardió en llamas y mis amigos con linterna se esfumaron en un grito de dolor. Se borraron, desaparecieron en forma de polvo. Mi mente colapsaba y los otros (quienes fuesen) ya habían terminado. Me observaban con ira antes de que, al igual que los que nos encontraron, se esfumaran de la misma forma, deshaciéndose en el aire.
Mi turno llegó justo antes de comenzar a ahogarme por el humo del incendio. Mis manos se hacían transparentes y todo el cuerpo me dolía. Sentí como fui succionado a un vórtex al frente mío, el cuál nunca vi.
Desperté inerte en mi cama hasta que una notificación me sobresaltó, "Hay que caminar un poco nomás'", decía el mensaje. Estrellé el celular con el suelo y me dí vuelta para dormir. La noche ya había sido demasiado larga.