Querido diario:
¡Hoy me enfurecí tanto! Pero enserio, ¡mucho!. No quería empacarle a ese viejo. Todos saben que no da nada y te trata horrible, pero esto fue demasiado. Además, se salió de las manos.
El tipejo este viene con su carro lleno de porquerías que solo le acortarían su colesterosa vida. Intentando hacerla corta, fui a buscar otro carro para empacar e ir dejando las cosas de inmediato, así me iba altiro. ¡Pero!, este viejo me dice con su tono tan amable, "No no, usa este noma'", lanzándome el carro a mis piernas, el cuál hizo que me cayera al suelo.
En la fila, mis compañeros se reían, por lo que les lanzé mi mirada con mas odio posible y diciéndoles: "¡Que hüeá miran!". El silencio se hizo y seguí empacandole a este... a este culiao'.
Fue ahí cuando llegó el segundo gran problema, el cloro. Venía abierto, por lo que iba a cerrarlo. Aún nosé que pasó por la mente del viejo pero me lanzó el contenido a la cara. Mi piel blanca se derritió. ¡Se derritió! Yo gritaba y gritaba pero el viejo se sentó en la silla de la caja desocupada, ¡riéndose!. Esta mierda, en vez de ayudarme, me ordena que lo acompañe a su auto a dejarle las cosas. El viejo ya iba saliendo del super y yo ahí, en la caja... con un odio horrible y mis puños apretados.
Salí enfurecida a dejarle el carro cuando veo como esta asquerosidad defeca y orina justo al lado de su auto. "Ay mijita, estaba que me cagaba jajajaja", me decía el viejo subiéndose los pantalones.
¡Qué hüeón mas nefasto! ¡Qué hüeón mas asqueroso! ¡Qué viejo mas cagao' por la mierda!.
Mis deseos, de la nada, se hicieron realidad. Lau Canela había llegado, mi mascota, mi querida hija canina. Oliendo mi dolor, llego corriendo a incrustarse a las bolas del viejo de mierda, dándole una buena triturada en lo que parecía ser su aparato reproductor (muy pequeño por lo demás).
Yo animaba a Lau Canela como si fuese una pelea de gallos. Desconozco porqué con cada golpe y patada que recibía, mi perrita se hacía mas grande. Ya no cabía en mis brazos, sino que ahora ya tenia la altura de un poste de luz del estacionamiento y el ancho de una micro. Sus piernas estaban musculosas y su saliva rabiosa caía mojando metros y metros de asfalto.
El viejo lo golpeaba sin ya hacerle ningún daño. Lau Canela lo levantó con su hocico para mandarlo directamente a sus fauces, donde el viejo fue mascado y escupido en una bola de carne y huesos. Lau Canela disminuyó su tamaño hasta quedar nuevamente en mis brazos, sus lamidas recuperaron mi cara y yo me sentía viva otra vez.
Cuando ella empezó a gruñir me percaté que el viejo seguía vivo. Su mano alzada entre el puré de órganos y sangre tenía algo entre sus dedos que brillaba. Me acerqué a tomar su propina. Eran 10 pesos... ¡Viejo culiao!.
Gracias por escucharme querido diario.
Fernanda~