Bajo las sábanas me percaté de una maravillosa figura. Esta se escabullía hacia la cama para ejecutar su baile una vez más. Nuestras miradas chocaban y mis labios contra su hombro, en donde ronroneábamos el uno al otro. Ella danzaba con cada centímetro de su majestuoso cuerpo, retorciéndose en un frenesí de gemidos y deseos tan postergados. Su figura era un deleite a la vista, su juventud en esplendor y, por más que la viese, mis pupilas no podían creerlo aún. Sus manos se entrelazaron con las mías en un último gran suspiro, en donde la seguí hasta el final. Nuestros cuerpos explotaron, sintiendo nuestros aromas inundar todo el lugar.
Un peo había salido... "Puta la hüeá", me dije para mis adentros.