Ya todos la conocían, la llamaban "La Casa". Dentro de algunas de las tantas aventuras que allí han ocurrido, existen algunas que pueden ser plasmada por este medio. Hela aquí.
Bajo el inestable clima de la ciudad, en el patio de la solitaria casa, estábamos conversando tranquilamente. Una tarde de relajo, ninguno de los tres tenía nada que hacer, por lo que era un buen momento para matar el tiempo de una buena forma. Iba todo tan bien...
Carlos... ¡Ay Carlos!... justo tuviste que preguntar eso... Carlos mirando hacia el cielo y las nubes oscuras que se aproximaban, me pregunta: "Oye hüeón, ¿y qué onda tus viejos?", a lo que mi amiga también replica: "Si hüeón, ¿cómo chucha tienes la casa para ti solo?".
Bebo un sorbo de mi vaso de agua y pienso muy bien lo que diré antes de responder. "Están muertos", les respondo, "los encerré en ese cuartito de ahí". En efecto, el cuarto estaba ahí, pero usualmente solo tenía herramientas y cajas, nada más... nada más. Las carcajadas no se demoraron en aparecer y yo solo los acompañé en sus risas, siguiendo el juego.
Luego de esto fui al baño, movido por el exceso de agua en mi vejiga. Al salir, no había ningún ruido... ni una sola risa. Sin sospechar nada, avance al patio donde estaban mis amigos cuando, de la nada, intentan pegarme con una pala en la cabeza. Empiezo a forcejear con mi amigo quién me gritaba "¡Asesino conchadetumadre!", mientras que al mismo tiempo mi amiga me daba puntapiés en las costillas. Arrebatándole la pala de las manos a mi amigo, logro ver en ese instante como el cuarto estaba abierto de par en par y las moscas iban y venían de allí... la carne ya estaba podrida.
Hasta el día de hoy aún recuerdo aquel momento... me ha costado trabajo ocultar a mis amigos.