Ni el humo del cigarro, el constante choque con los ebrios, los toqueteos ó la cerveza derramada era un impedimiento para disfrutar. Javier se percataba de como la masa lo empujaba más y más hacia el escenario, donde la reja se clavaba en sus amplios pechos y pequeños testículos.
El cabeceo seguía y la música no se detenía. Con un notorio cansancio y su lengua inundada por el alcohol, el vocalista dice que este era su último tema, además de que el local ya debía cerrar. Muchos gritos hubieron pero Javier estaba absorto en Bryan, el guitarrista del grupo, quién ya había descendido y le acercaba nada más y nada menos que una uñeta, una uñeta de color rosado.
- ¿Gracias?– le dijo en un tono un tanto ebrio y temeroso.
- De nada– le respondió Bryan– Te vi desde arriba... me encantaron tus bolas.
Acto seguido, Bryan intentó besar a Javier, el cuál ya había huido por la puerta trasera del local. Javier estaba completamente desnudo corriendo por las calles de la ciudad-puerto, se había equivocado de carrete.