Ya no quedaba mas infusión de té, "¡pero aún quedaba todo el resto del día para disfrutar!"– pensó Andrés luego de pasar un divertido momento junto a sus amigos. Al dirigirse cada uno hacia sus respectivos hogares, el sol lo apremiaba. Una suave brisa recorría toda la plaza y se sentía en maravillosa forma. Mientras se aproximaba al final de esta, logró divisar un colectivo, el cual desde que él había llegado a la plaza se había percatado de su presencia, al cual no le tomó importancia. Ahora (luego de esa hora de diversión) el colectivo seguía igual, en la misma posición, con la puerta abierta y el chofer adentro. Este, no se movía.
Andrés comenzó a caminar lentamente hacia el colectivo. Una extraña fuerza se apoderó de él, quizá por el té o simplemente porque era un idiota, pero Andrés realizó la acción mas incoherente que cualquier ser humano podría haber pensado. Andrés sacó al chofer inconsciente del automóvil lanzándolo al suelo, el cuál parecía que había sufrido un infarto. Posteriormente, tomó control del colectivo y partió. Sin un destino claro, Andrés pretendió ser un chofer de colectivo por un día. Para su mala suerte, se estrelló 2 minutos después contra la reja de su casa. Algo atontado, consiguió salir del vehículo antes de que este hiciera explosión, destruyendo el frontis de su patio.
Andrés no sabia manejar.