Jacinta estaba llegando del trabajo, cansada y somnolienta. En verdad deseaba dormir tranquila hoy pero debía ver a su hijo antes de descansar. Roberto le había dado muchos problemas últimamente, había entrado a la edad del pavo y nada lo sacaba de la pieza, a excepción de ir a clases. Se encerraba durante horas pero la psicóloga le dijo a Jacinta que, "Hay que darle su espacio". Tan solo se acercó a la puerta de su pieza y le dijo:
- ¡Roberto!, llegué cariño. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?– preguntó Jacinta, sin mucha esperanza de que le respondieran. Al cabo de unos momentos, escuchó.
- Si– le dijo Roberto, con un tono desinteresado– estoy bien, gracias.
Pasado un rato lo llamó para tomar once pero esta vez no obtuvo respuesta. Ya se estaba comenzando a fastidiar cuando decidió abrir la puerta. "Que se joda esa puta zorra psicóloga" pensó para sus adentros. Al momento de abrir la puerta nada vaticinó lo que veria. Roberto, su único hijo, el que alguna vez fue un regalo de dios, se encontraba acostado con un pijama de conejo realizando el acto de la masturbación. En ese preciso instante, sus miradas se encontraron, la cara de espanto de Roberto no era muy distinta a la de su madre. Pero, antes de que pudiesen decirse algo, un golpe en la nuca dejó inconsciente a Jacinta.
Pasaron exactamente 25 minutos hasta que ella comenzó a recobrar el conocimiento. Estaba atada a una silla, sus ojos vendados pero su boca estaba libre.
- ¡Roberto!– exclamó con desesperación– ¡Hijo!, en donde estás, ¡contéstame!.
- Cállate mamá– la voz a sus espaldas la asustó.
- Que... ¿Quién eres?...¿Porqué estoy aquí?– Jacinta estaba aterrada, tan solo quería saber qué pasaba mientras forcejeaba con las ataduras.
- Oh madre, tu siempre lo has sabido– En este instante, su silla se gira y le destapan los ojos. Era Roberto, su hijo era un adulto, lo podía reconocer, sabia que era él. "Pero como... ¡imposible!".
- Así es madre, ya no seré mas torturado por ti. Esto... es un adiós– Le dijo su único hijo antes de inyectarle una dosis letal de clorinda directo a sus venas.
Jacinta, en este momento, recordó todo. Sus terapias con la psicóloga, el pijama de conejo, la masturbación. Jacinta había abusado de su hijo todos estos años hasta la edad de los 25, donde se reveló de su opresora la cual lo disfrazaba de conejo para mantener relaciones incestuosas de manera obligada. Roberto ahora es libre y feliz. Jacinta, por otro lado, aun está desaparecida.