lunes, 31 de agosto de 2015

@Mentiras en el trabajo 6, "De Canela y cloro"

Querido diario:

¡Hoy me enfurecí tanto! Pero enserio, ¡mucho!. No quería empacarle a ese viejo. Todos saben que no da nada y te trata horrible, pero esto fue demasiado. Además, se salió de las manos.
El tipejo este viene con su carro lleno de porquerías que solo le acortarían su colesterosa vida. Intentando hacerla corta, fui a buscar otro carro para empacar e ir dejando las cosas de inmediato, así me iba altiro. ¡Pero!, este viejo me dice con su tono tan amable, "No no, usa este noma'", lanzándome el carro a mis piernas, el cuál hizo que me cayera al suelo.
En la fila, mis compañeros se reían, por lo que les lanzé mi mirada con mas odio posible y diciéndoles: "¡Que hüeá miran!". El silencio se hizo y seguí empacandole a este... a este culiao'.
Fue ahí cuando llegó el segundo gran problema, el cloro. Venía abierto, por lo que iba a cerrarlo. Aún nosé que pasó por la mente del viejo pero me lanzó el contenido a la cara. Mi piel blanca se derritió. ¡Se derritió! Yo gritaba y gritaba pero el viejo se sentó en la silla de la caja desocupada, ¡riéndose!. Esta mierda, en vez de ayudarme, me ordena que lo acompañe a su auto a dejarle las cosas. El viejo ya iba saliendo del super y yo ahí, en la caja... con un odio horrible y mis puños apretados.
Salí enfurecida a dejarle el carro cuando veo como esta asquerosidad defeca y orina justo al lado de su auto. "Ay mijita, estaba que me cagaba jajajaja", me decía el viejo subiéndose los pantalones.
¡Qué hüeón mas nefasto! ¡Qué hüeón mas asqueroso! ¡Qué viejo mas cagao' por la mierda!.
Mis deseos, de la nada, se hicieron realidad. Lau Canela había llegado, mi mascota, mi querida hija canina. Oliendo mi dolor, llego corriendo a incrustarse a las bolas del viejo de mierda, dándole una buena triturada en lo que parecía ser su aparato reproductor (muy pequeño por lo demás).
Yo animaba a Lau Canela como si fuese una pelea de gallos. Desconozco porqué con cada golpe y patada que recibía, mi perrita se hacía mas grande. Ya no cabía en mis brazos, sino que ahora ya tenia la altura de un poste de luz del estacionamiento y el ancho de una micro. Sus piernas estaban musculosas y su saliva rabiosa caía mojando metros y metros de asfalto.
El viejo lo golpeaba sin ya hacerle ningún daño. Lau Canela lo levantó con su hocico para mandarlo directamente a sus fauces, donde el viejo fue mascado y escupido en una bola de carne y huesos. Lau Canela disminuyó su tamaño hasta quedar nuevamente en mis brazos, sus lamidas recuperaron mi cara y yo me sentía viva otra vez.
Cuando ella empezó a gruñir me percaté que el viejo seguía vivo. Su mano alzada entre el puré de órganos y sangre tenía algo entre sus dedos que brillaba. Me acerqué a tomar su propina. Eran 10 pesos... ¡Viejo culiao!.

Gracias por escucharme querido diario.
Fernanda~

sábado, 29 de agosto de 2015

@Micro 41, "Blús"

El viento... ¡Oh el viento!. Las motas de pelo ya estaban tan grandes que, con la mas ligera brisa estas bailaban con el aire. No había soplido que no disfrutara.
El suelo... ¡Oh el suelo!. Corro descalzo todos los días siguiendo lo que parece una interminable juerga con mis amigos de la calle.
La comida...¡Oh la comida!. Siempre dicen que es un manjar... aunque ya no recuerdo si he probado eso o no, pero la que como siempre me encanta.
El agua... ¡Oh el agua!. ¿Quién hubiese pensado que eso me refrescaría tanto?.
Mi dueña... ¡Oh mi dueña!. ¿Cómo no quererla? Siempre la sigo y la seguiré hasta que no pueda hacerlo. Me cae tan bien...
Ya es tarde... dormiré un poco.



viernes, 28 de agosto de 2015

@Mentiras en el trabajo 5, "Lanzamonedas"

Como quién lanza unas piedras a un pozo sin fondo, sin esperar que este te las devuelva, fue esta querida persona, quién sin preámbulos dejó caer dos monedas de 10 y una de 50 pesos sobre la caja en vez de depositarlas en mi mano (como lo haría cualquier ser humano con un poco de cultura). Estas rodaron hasta detenerse, en donde solo atiné a decirle, "Hasta luego, que le vaya bien". La querida persona en cuestión no escatimó en despedirse, sino que mas bien me dejó el tan temido "visto". Acto seguido, comencé a vomitar copiosamente sobre sus monedas. La fila de mis compañeros se detuvo, quienes observaban como el diluvio amarillo expelía un fuerte olor a bronce derretido (o por lo menos eso parecía el vapor que emanaba). La querida persona se detuvo y observó horrorizado la escena, gritándome: "¡Te le voy a ponerte un reclamo sapo culiao'!".

Digno de parecerse a uno de esos profesores que te odian en el colegio, un párrafo escrito con lapicera roja de mas de 10 líneas yacía en el libro de reclamos, apuntando específicamente al hecho de que, de alguna forma, le falté el respeto al caballero.
Han pasado meses desde aquel incidente. Nadie pescó al viejo.

@El Último, Capítulo 1: Medianoche.

El Último
Capitulo 1: Medianoche


Ya era medianoche y mis ojos se cerraban. Mi cómoda cama ya estaba atrofiada por el uso pero, a pesar de ello, aún me provocaba un sueño aturdidor de inmediato. Siempre fue efectiva en ese sentido y en muchos otros. Por lo mismo me es difícil despertar durante la noche, sobretodo si tengo sueño como aquel día. Es por esto que me pareció extraño despertarme. Ruido...ladridos y aullidos a lo lejos. He vivido mas de tres años en este barrio a sabiendas de que existe una gran cantidad de perros pero no había escuchado un alboroto así jamás. Somnoliento y abriendo tan solo un ojo, me acerco a mi velador a ver la hora en mi celular... no eran mas de las 4 de la mañana. Doy un gran bostezo y me doy vuelta nuevamente para seguir durmiendo. ¡Volví a despertar diez minutos después!. Ahora eran gritos... gritos de ayuda, de dolor. Ahora si me sentía preocupado. "¿Qué eá pasa?", me preguntaba mientras me sentaba en la orilla de la cama a refregarme los ojos para obligarme a despertar. Mis chalas estaban heladas pero no me importó, por lo que me las puse para ver lo que pasaba desde la ventana que daba a la calle.
Bajo el departamento había una gran avenida que se extendía hasta perder la vista, siempre frecuentaban las peleas de borrachos o los choques a medianoche... bueno, era lo único que podía costear por aquel entonces. Ahora el escenario era distinto, ninguna sola persona pero si habían perros... muchos. Algunos raspando puertas, otros ladrando a ventanas y otros... otros se devoraban a las personas. Ajustando mi vista un poco mas producto del sueño, me empiezo a dar cuenta de que no era una ilusión, en verdad se estaban comiendo a esa gente. Treinta ó quizá cuarenta perros de distintas razas, tamaños y colores se alimentaban de lo que parecía ser la señora Juana, quién vivía en la pensión del frente y me había arrendado gratis por unos meses cuando recién había llegado... el único precio que pagué por ello fueron constantes chupones y dolor en mis testículos... "Te comieron los perros al final... sucia perra".
Tomé una silla y la acerqué a la ventana, la cuál abrí solo un poco para dejar salir el humo del último cigarro que me quedaba,  "Mierda... debí haber comprado ayer", pensaba mientras me percataba de que nadie iba a ayudar a la pobre vieja. Me reí pero en ese momento no cuestioné aquello... ojalá hubiese sido un poco mas sensato esa noche.
Ya acabado el cigarro, la cantidad de perros era enorme. Entre ellos no se hacían nada, ni siquiera se olían el trasero como lo hacen siempre, sino que todos miraban a lo que hacía el que parecía ser el líder de la manada, un pequeño chihuahua de color negro que le arrancaba el cuero cabelludo a un motociclista, o lo que quedaba de él.
De pronto, el chihuahua ya no estaba. Su cabeza había volado en mil pedazos y toda la manada paró sus orejas en dirección hacía donde venía el disparo... en dirección a mi edificio. "¡¿Quieren mas quiltros re' culiaos'?! ¡Suban po' feos culiaos'!", se escuchó desde la azotea. "¡No no! ¡Viejo conchadetumadre!", grité a la nada mientras me fui corriendo a la pieza a ponerme ropa y buscar un cuchillo. Ese había sido el viejo de mierda del conserje, ese viejo que me fastidiaba cada vez que llegaba borracho al departamento, ese viejo que lo contrataron a pesar de tener una inestabilidad emocional, ese viejo que lo pillaron tocándose en el ascensor... ese viejo... ese viejo de mierda.
Cerré la puerta con llave y subí corriendo a la escalera de emergencia, la cuál ya estaba abierta y el frío se colaba por la compuerta. A pesar de todo, el viejo podía entrar en razón si le hablaban de manera pausada y tranquila, por lo que no todo estaba perdido para él... aunque por mí, mejor lo lanzaba a los perros.
Caían pequeñas gotas pero nada de que preocuparse, mientras que los ladridos y los aullidos eran bastante mas fuertes que antes. El viejo estaba en la esquina, en su clásica bata de Mickey Mouse y con un rifle con mira que jamás se lo había visto.
- ¡Don Eustaquio! Oiga, ¡Don Eustaquio! no tenía idea si me escuchaba, habían sonidos de sirenas por todos lados y varios focos de humo a lo lejos.
- ¡Suban po' perros culiaos'! ¡Acá los espero! ¡Jajajajajaja! gritaba el viejo fuera de sí y disparando todos sus cartuchos hacia los animales.Me acerqué lentamente con tal de que me viera, no tenía intención de que se asustara y me pegara un tiro.
- ¡Para, eoncito! ¡Quédate ahí noma! ¡¿Que eá queris'?! el viejo me apuntaba con su clásico pulso horripilante, ese pulso con el cúal nunca escribió bien mi nombre.
- Don Eustaquio, ¡Qué chucha le pasa! ¿No vé que se puede sacar la mierda desde acá?.
- Aaaah mientras bajaba su rifle¡El borrachito del A10! Jajajaja, ¡Me vino a ayudar a matar a la locura me imagino!.
- Don Eustaquio hay que bajar... Se va a poner a llover y uste' anda con bata.
- No no mijito... ¡no sea weón! ¿o acaso no ha visto la tele?... nosotros no volvemos a bajar El viejo alejó la mirada de mí y apuntó a los perros otra vez ¡Eso! ¡Trabajo en equipo! ¡Entren nomas' quiltros de mierda!.
Corrí hacia la orilla de la azotea para ver lo que decía el viejo. Los perros se lanzaban uno tras otro contra el vidrio de la entrada principal. Uno a uno caían al costado con temblores en sus cuerpos, esos no se volverían a parar. Lo peor era que la jauría había aumentado. Desconozco cuantos eran, pero le eché unos 200 perros allí abajo. La señora Juana ya no existía.
El estallido del vidrio me despertó y, a pesar de estar recién roto, los perros entraron rasgándose o no las patas al edificio... todos, todos ellos.
- Ve mijito... ¡Ahora se pone bueno! ¡Le dije que se comprara una tele!.
Mientras el viejo corría a pies descalzos sobre el húmedo techo a tapiar la entrada por la que subí, me reía para mis adentros..."Debería haberme comprado la radio aunque sea". Corrí tras el viejo a ayudarlo... Ya no era medianoche.

domingo, 23 de agosto de 2015

@Micro 40, "Búsqueda"

El asfalto es como una marea, viene y va dependiendo de adonde te estés encaminando y nunca parece terminar. Sobre ella caminan todos los animales de distintas tribus y linajes... caminan de la misma forma, con sueños, con anhelos... con deseos.
Sin armas ni trucos, atravieso la jungla que se cierne sobre mí. Solo con mis frías manos y dos mitones abrigándolas, me escabulló a algún lugar para escribir esto en mi cuaderno. De pronto, un amigable perro se acerca, casi obligándome a que le haga cariño. Al hacerlo se demostró contento, posando sus patas con barro sobre mi cuaderno.
Alejándose, me quedé mirando sus pisadas y lo sucia que quedó la hoja, percatándome de una sola cosa: todos estamos embarrados en esto y todos luchan todos los días para dejar el pantano.

viernes, 21 de agosto de 2015

@Micro 39, "Nuestro momento" *

Bajo las sábanas me percaté de una maravillosa figura. Esta se escabullía hacia la cama para ejecutar su baile una vez más. Nuestras miradas chocaban y mis labios contra su hombro, en donde ronroneábamos el uno al otro. Ella danzaba con cada centímetro de su majestuoso cuerpo, retorciéndose en un frenesí de gemidos y deseos tan postergados. Su figura era un deleite a la vista, su juventud en esplendor y, por más que la viese, mis pupilas no podían creerlo aún. Sus manos se entrelazaron con las mías en un último gran suspiro, en donde la seguí hasta el final. Nuestros cuerpos explotaron, sintiendo nuestros aromas inundar todo el lugar.

Un peo había salido... "Puta la eá", me dije para mis adentros.

viernes, 14 de agosto de 2015

@Micro 38, "Música Rosa"

Ni el humo del cigarro, el constante choque con los ebrios, los toqueteos ó la cerveza derramada era un impedimiento para disfrutar. Javier se percataba de como la masa lo empujaba más y más hacia el escenario, donde la reja se clavaba en sus amplios pechos y pequeños testículos.

El cabeceo seguía y la música no se detenía. Con un notorio cansancio y su lengua inundada por el alcohol, el vocalista dice que este era su último tema, además de que el local ya debía cerrar. Muchos gritos hubieron pero Javier estaba absorto en Bryan, el guitarrista del grupo, quién ya había descendido y le acercaba nada más y nada menos que una uñeta, una uñeta de color rosado.
- ¿Gracias?le dijo en un tono un tanto ebrio y temeroso.
- De nada le respondió Bryan Te vi desde arriba... me encantaron tus bolas.
Acto seguido, Bryan intentó besar a Javier, el cuál ya había huido por la puerta trasera del local. Javier estaba completamente desnudo corriendo por las calles de la ciudad-puerto, se había equivocado de carrete.

jueves, 13 de agosto de 2015

@Micro 37, "Dentro de la noche"

"Hay que caminar un poco nomás", nos dijo nuestro amigo. Un tanto temeroso decliné su propuesta, pero mi amiga no, la cuál lo acompaño. Se agacharon para pasar a través de la cerca y se adentraron tranquilamente en el espeso y oscuro bosque. Nosotros tres, quienes miramos como se perdían dentro de la noche, mirábamos, mirábamos y mirábamos. Al cabo de unos minutos escuchamos como un árbol caía de la nada y cómo, además, alguien empezó a iluminar con una linterna donde podrían estar nuestros amigos. Llamámos a uno, el cuál nos dijo que estaba todo bien y ya habían encontrado lo que necesitaban.
Pasó media hora y ellos no salían... ¡Media hora!. Motivado por la adrenalina, me adentré dentro de la llanura, mientras mis amigos gritaban que no lo hiciera. Los gritos se hicieron mas pequeños cuando ya todo era oscuro y no podía ni siquiera ver mis propias manos, la oscuridad era total.
Fue allí cuando los encontré a los dos, entremedio de los árboles. ¡Estaban copulando, dándose como caja, haciéndose mierda! A un costado yacía el tronco que se había precipitado al suelo, quizá porque no estaba apto para resistir los "quiñasos" de dos hombres calientes.

No recuerdo si era por la sorpresa que me encontré que me olvidé de mi alrededor. La linterna ya había llegado y alumbraba a mis amigos. Me preguntaron quién era, por lo que solo atiné a decir un nombre falso. Por alguna extraña razón me habían reconocido... ¡eran ellos, mis amigos!. "Pero entonces, quienes son los que se estaban dan...". Me congelé y mis amigos también, al alumbrarlos con el foco. También eran ellos, dos personas idénticas a mis amigos se follaban sin parar bajo el lúgrube bosque.
Al mirarnos nuestras caras de desconcierto el bosque ardió en llamas y mis amigos con linterna se esfumaron en un grito de dolor. Se borraron, desaparecieron en forma de polvo. Mi mente colapsaba y los otros (quienes fuesen) ya habían terminado. Me observaban con ira antes de que, al igual que los que nos encontraron, se esfumaran de la misma forma, deshaciéndose en el aire.
Mi turno llegó justo antes de comenzar a ahogarme por el humo del incendio. Mis manos se hacían transparentes y todo el cuerpo me dolía. Sentí como fui succionado a un vórtex al frente mío, el cuál nunca vi.
Desperté inerte en mi cama hasta que una notificación me sobresaltó, "Hay que caminar un poco nomás'", decía el mensaje. Estrellé el celular con el suelo y me dí vuelta para dormir. La noche ya había sido demasiado larga.

lunes, 10 de agosto de 2015

@Micro 36, "Mi secreto"

Ya todos la conocían, la llamaban "La Casa".  Dentro de algunas de las tantas aventuras que allí han ocurrido, existen algunas que pueden ser plasmada por este medio. Hela aquí.

Bajo el inestable clima de la ciudad, en el patio de la solitaria casa, estábamos conversando tranquilamente. Una tarde de relajo, ninguno de los tres tenía nada que hacer, por lo que era un buen momento para matar el tiempo de una buena forma. Iba todo tan bien...
Carlos... ¡Ay Carlos!... justo tuviste que preguntar eso... Carlos mirando hacia el cielo y las nubes oscuras que se aproximaban, me pregunta: "Oye hüeón, ¿y qué onda tus viejos?", a lo que mi amiga también replica: "Si hüeón, ¿cómo chucha tienes la casa para ti solo?".
Bebo un sorbo de mi vaso de agua y pienso muy bien lo que diré antes de responder. "Están muertos", les respondo, "los encerré en ese cuartito de ahí". En efecto, el cuarto estaba ahí, pero usualmente solo tenía herramientas y cajas, nada más... nada más. Las carcajadas no se demoraron en aparecer y yo solo los acompañé en sus risas, siguiendo el juego.

Luego de esto fui al baño, movido por el exceso de agua en mi vejiga. Al salir, no había ningún ruido... ni una sola risa. Sin sospechar nada, avance al patio donde estaban mis amigos cuando, de la nada, intentan pegarme con una pala en la cabeza. Empiezo a forcejear con mi amigo quién me gritaba "¡Asesino conchadetumadre!", mientras que al mismo tiempo mi amiga me daba puntapiés en las costillas. Arrebatándole la pala de las manos a mi amigo, logro ver en ese instante como el cuarto estaba abierto de par en par y las moscas iban y venían de allí... la carne ya estaba podrida.

Hasta el día de hoy aún recuerdo aquel momento... me ha costado trabajo ocultar a mis amigos.

domingo, 9 de agosto de 2015

@Mentiras en el trabajo 4, "La madre del Nanares"

Los rumores corrían como la pólvora. En menos de una semana ya todos sabían la verdad, pero Nanares era el único que desconocía esto. Todos se reían sin saber que detrás de toda esta artimaña de cahüines, existía el plan más elaborado que ninguno de nosotros pudo calcular.

La madre del Nanares se burlaba para sus adentros de todos nosotros, porque en verdad lo que ella deseaba era justamente eso, que corriera el rumor para así poder ganar la tutela del Nanares. Diversas pruebas de ADN demostraron que ella efectivamente lo era, pero el padre (un humano) jamás le permitiría que se quedase con él.
Tanto Nanares como su madre provenian de una alejada región del sector C69-4, cercano a una de las lunas de Neptuno, en el sistema solar. La madre del Nanares, al ganar la tutela de su hijo, podría fortalecer los lazos entre los de su tierra y los terrícolas, para así conquistar de una vez por todas este esquivo planeta que ya le habían arrebatado tanto de las manos. Nanares, sin saberlo, era la conexión que mantenía a nuestro planeta intacto.
Nanares venía llegando a trabajar cuando le dije que si había visto a su madre durante estos días; él tan solo atinó a esbozar una sonrisa y me respondió, "Paren el hüebeo jajaja". Nos estrechamos la mano para el típico saludo cordial y entramos a trabajar, una vez más.

viernes, 7 de agosto de 2015

@Micro 35, "El antihéroe"

Ya no aguantaba más, debía irme. Estaba borracho, drogado y con frío. El suelo se me movía y mi billetera tenia 2 míseras lucas para volver a mi hogar. ¡Ni siquiera estaba en la misma ciudad!. Abordé el primer colectivo, que para mi suerte estaba totalmente desocupado. Me senté en el asiento delantero porque odiaba que se pusiera algún borracho al lado mío, siempre fui consecuente con eso.

No había ni empezado a andar y escucho unas minas gritando. El chófer detiene el auto y abren la puerta; para mi sorpresa habían 3 bellas mujeres un tanto ebrias. Con el colectivo lleno, el auto partió. Las mujeres hablaban sobre a quienes se habían pinchado aquella noche, luego comenzaron a hablar con el conductor, echar la talla etílica y demases. Por otro lado, yo estaba absorto en mis pensamientos. Solo quería llegar al water de mi casa, vomitar y dormir (no necesariamente en ese orden).
Lo peor no fue ver como yo era el único silencioso del colectivo, ¡en verdad quería hablar!, para por lo menos sacarle el whatsapp a alguna de ellas, sino que fue cuando topamos con una bajada que hay fuera de la ciudad, seguido de un lomo de toro. Mi estómago sintió el golpe y mi garganta era un volcán lleno de bilis listo para explotar. Las carcajadas seguían y yo no podía más.
El vómito surgió como un geyser, en donde yo decidía la vida o la muerte. En un acto heroico, apreté mi mandíbula como si me estuviesen clavando los testículos, impidiendo totalmente que saliera cualquier gota de ese putrefacto líquido. El líquido cremoso inundó mis encías, dientes, caries y lengua, a su vez, sintiendo como se alojaba en toda mi esófago y úvula. El tibio espesor de la porquería era nauseabundo, temía que se dieran cuenta porque... no lo sé, por un momento pensé que desprendía ese horrible hedor hasta por mis orejas. Una de estás la apreté mientras que con mi otra mano libre, cerré mis fosas nasales para dar comienzo al fatídico proceso de tragar. Como una aspiradora, tragué y tragué todo el vómito hasta que no quedará nada visible, salvó por un par de trozos de mortadela picada que comí antes de salir.
Triunfante, salí del auto, dándole las gracias al chófer una vez llegado a mi destino. Les lancé una última mirada matadora a las chiquillas, quiénes me miraban horrorizadas sin saber porqué lo hacían. Metros mas allá, el chófer salió y me lanzaba insultos seguidos de, "¡Límpiame el auto mono conchadetumadre!". Había salvado mi honra y la comodidad de las pasajeras en esta gran noche.

jueves, 6 de agosto de 2015

@Micro 34, "¿Dónde quedó el amor?" *


- Si no acabai' adentro no me amai 'sentenció Alejandra, quién ya había postergado demasiado esto como para que no ocurriese nada. Por otro lado, Eduardo no estaba tan seguro. Aún se cohibía ante Alejandra, quién le enseñó un sinnúmero de poses y técnicas en tan poco tiempo.
- Pucha, no me sale nada... –murmuró Eduardo.
- Pero Edu, ¿Qpasó? –Alejandra lo miraba con el ceño fruncido, justo bajo sus ojos. ¿Dijiste que me ibas a hacer mierda o no?
- Si, pero...
- Yapo', ¡¿Entonces?!
Eduardo se imaginó a sus amigos burlándose de él por tirar la toalla antes de tiempo. Bajo su mirada hacia su casi extinta erección y comenzó a mentalizarse, haciendo el movimiento pélvico que le habían enseñado. "¡Hay que darle!", recordando los dichos de sus amigos.
Pasado un rato, el momento del clímax había llegado. Los quejidos aumentaron y Alejandra leyó todo a la perfección. Cuando el acto había sido consumado, Eduardo le preguntaba con ingenuidad. "¿Te lo vas a tragar?", a lo que Alejandra le dijo que no, moviendo su cabeza hacia los lados. Abrió la ventana de la pieza y escupió una pelota blanca parecida a una gran bola de nieve, que cayó con un sonoro "Splash". Alejandra se limpió y miró a Eduardo, diciendo las tan anheladas palabras: "Te amo".
Al cabo de 3 meses, dieron por terminada su relación. Eduardo era homosexual.

miércoles, 5 de agosto de 2015

@Micro 33, "Hace 20 años"

José estaba muy contento de su nuevo trabajo. Había entrado hace una semana al banco y todos lo recibieron muy bien. Le habían informado de que a veces habían situaciones un poco estresantes y que te podrían descolocar un poco, pero hasta el momento José lo había pasado de maravilla, hasta el momento.

Era lunes por la mañana, el banco estaba atestado y la larga fila avanzaba lentamente. José firmaba y timbraba cheques, depósitos y giros rápidamente, siempre tuvo una habilidad para ello. Mientras levantaba la cabeza para ver quién venía, observa como algunas personas en la fila se tapan la nariz y hacen el clásico gesto de cuando alguien se tira un pedo, moviendo las manos en el aire. Una persona aparentemente borracha, quién venía chocando con todo y todos a su alrededor, se acercaba a su caja. La persona que venía se apartó a un lado producto del repugnante olor que expelía; dicho olor terminó por congelar a José una vez que el sujeto llegó a su caja. "Qui... quiero... ha... hacer un... un depo... depochito'", le balbuceaba el borracho. José no pudo reaccionar de inmediato, sino que lo hizo cuando el ebrio "depositó" su vómito en toda la ventana, el cuál chorreaba en la mesa llegando hasta el suelo. José comenzó a apretar el botón de seguridad desesperadamente; el borracho le despertó algo en él.
Los guardias reaccionaron de inmediato, golpeando y acarreando al sujeto hacia la salida. Una vez que el clima comenzó a calmarse, José se reincorporó recibiendo las preguntas de sus compañeros sobre si estaba bien ó como se sentía. Mintió diciendo que estaba bien. José no estaba bien, lo sabía y lo corroboró cuando veía al sujeto forcejear fuera del banco.

"Agáchate José", resonaba en su mente. "Sigue José... así...", los pensamientos y recuerdos iban y volvían. José puso sus manos sobre su cráneo, apretándose y gritando incoherencias. Estaba sufriendo y lo sabía. Cayó al suelo gritando, antes de que su mente se nublara y sus recuerdos reviviesen. "Así José... así", le decía su captor, Franco, quién le daba duro todos los días después del colegio cuando era pequeño. Cajas de hipoglós debía ir a comprar todas las semanas, su dolor era intenso y su agonía aun peor. Franco nunca pudo dejar la bebida, siempre fue un borracho empedernido. José no veía a su padre hace 20 años.