viernes, 30 de abril de 2021

Conteo Final

Los salvavidas tocan los pitidos al unísono, sin entender por qué baja tan rápido la marea. Mientras, la gente saca los celulares para grabar y apuntar con el dedo. Suenan tarde las inútiles alarmas de emergencia: “Estado de precaución. ONEMI establece abandonar zona de playa. Distánciese por COVID-19”, pero las personas están inmóviles mirando, curiosas y expectantes. Aparecen helicópteros de la armada. Patrullas de carabineros y marinos llegan –como nunca– con inesperada rapidez. “¡Evacúen!” insisten por los altoparlantes. Las sirenas suenan incesantemente. La multitud trata de huir en autos. No tardan en aparecer los tacos, los choques, los insultos y gritos. No todos dejan la orilla de la playa. La marea baja drásticamente. Bandadas de aves desaparecen de la costa. Otras bandadas sobre-vuelan en círculos un punto indeterminado de altamar, cerca de los helicópteros. “¡Están con rifles!”, grita alguien, “¡Los güeones de los helicópteros están con armas!”. El reportaje de último minuto viene directo de la cabina de uno de los helicópteros de prensa. “¡Algo está emergiendo del mar!”, grita la periodista luchando por no entrar en pánico, “¡Algo grande!”.

La transmisión muestra una sombra de kilómetros de largo sobre el mar, expandiéndose a medida que pasan los segundos. Una sombra que no podía ser mostrada en su totalidad, a menos que se elevaran las cámaras, pues no daban abasto con las tomas. Las personas de otras regiones –que veían la noticia–, ven interrumpida la transmisión por el insistente anuncio de un mensaje del gobierno que nunca comienza; por mientras rellenan con paisajes conocidos del país, caras de pueblos autóctonos que ignoran, chilenos promedios que sonríen ante la publicidad final de un país a punto de acabar.

Las personas que permanecían en la playa son arrastradas por unos aterrados marinos. “¡Quiero morir! ¡Déjenme morir!”, gritan algunos. Algunos marinos con binoculares dejan de gritar; los policías dejan de golpear y arrastrar personas. Los bocinazos y gritos cesan por un momento. Los helicópteros dejan el mar. Las bandadas de gaviotas se lanzan en picada a comer lo que puedan, allí donde la sombra se hacía cada vez más clara. La marea muestra zonas de la playa que nunca habían sido vistas en este siglo. Con lentitud se asoman los primeros metros de, lo que pareciera, la cabeza de una criatura. Un gran ojo parpadea al contacto con el oxígeno. Las olas comienzan a acercarse a la costa. “Estado de precaución. ONEMI establece abandonar zona de playa. Distánciese por COVID-19”, aparece el mensaje en las pantallas de los celulares abandonados sobre la arena acompañado de una molesta alarma intermitente.

Una nueva forma de pánico brota en la cara de los pocos que quedan: el terror a lo que emerge desde el agua, a lo desconocido. La gente de otras ciudades sigue sin entender lo que pasa. Los rumores de un ataque nuclear o extraterrestre son los trending topic del resto del mundo.

Al asomarse la mitad de su cara, sus rasgos de reptil se aprecian con claridad incluso a varios kilómetros desde la costa. Sus fosas nasales lanzan bufidos de vapor, ocasionando que la marea se torne agresiva. Nuevas y aún más grandes olas impactan una tras otra la destrozada costa y el puerto, junto a los condominios, departamentos y cabañas; ni los terremotos ni tsunamis del pasado les hicieron recapacitar de construir en la costa. Ya era demasiado tarde. El exilio express comienza. Desde las calles de la ciudad estallan en gritos y desesperación. Con los autos, algunos arrollan a otras personas con tal de huir, suben a la vereda o chocan con otros conductores que mantienen detenidos los autos por el pánico.

El reptil muestra el hocico y los colmillos. El agua sale en cascadas a través de las fauces; parece mostrar una sonrisa acompañada de una pupila que mira con curiosidad el nuevo territorio. Su cuello aparece paulatinamente.

 

17:39 El torso del reptil sobresale del agua. Aviones bombarderos de la FACH lanzan una descarga explosiva sobre la cabeza de la criatura. Al caer sobre el monstruo, estallan como petardos, rebotándole sobre el cráneo sin hacerle daño; el monstruo sigue levantándose.

 

18:10 Los ataques infructuosos por mar, aire y tierra cesan. No quedan personas cerca de la costa.

 

18:30 Luego de horas, el loop de propaganda gubernamental termina. El presidente aparece con las manos entrelazadas y, con la voz temblorosa, da un mensaje: “Chilenos y chilenas, en pro del tiempo, seré lo más breve posible. Agradezco enormemente los esfuerzos de la ONEMI por hacer llegar el llamado de emergencia a todos nuestros compatriotas. No puedo ser más enfático en recalcar que evacuen las costas de nuestro país. En conversaciones con las fuerzas armadas y el apoyo logístico de países vecinos, se iniciará un ataque nuclear en contra del fenómeno que ocurre en nuestro océano. Habrá consecuencias pero, si no actuamos ahora, no habrá ninguna república que gobernar. Recen…” –dice, mientras la cámara lo sigue por las escaleras hasta la azotea de La Moneda–.

Un helicóptero aterriza, “por los valientes soldados que darán la vida por proteger nuestra nación”.       

 

18:50 El torso del reptil está fuera del agua, se alcanzan a ver la mitad de ambos brazos. Algas y peces se desprenden de su piel. Las gaviotas se dan un festín.

 

19:27 La ojiva nuclear surca el cielo de Chile. No hay nada ni nadie para auxiliar a la gente que no alcanzó a escapar o no quiso huir. Un tipo sentado en la playa se coloca una mascarilla al ver caer el misil. La comunicación militar queda interrumpida durante diez minutos, mientras el hongo nuclear del impacto se alza por kilómetros sobre el nivel del mar.

 

19:37 El monstruo queda inmóvil, dejando en suspenso su altura total. No hay vida aparente en sus ojos. No hay más gaviotas o nubes alrededor. Su piel no muestra ningún rastro de humedad; está seca y se desprende con el impacto de las olas. La milicia vuelve a reacomodarse en la costa. Los buques de guerra alistan sus cañones. “Un último ataque para asegurarnos”. Sin alcanzar a dar la orden de fuego, el reptil de muchos kilómetros de alto, explota.

 

20:11 Un arrebol color sangre se extiende por el cielo costero. En el epicentro de la catástrofe –que nadie podía alcanzar a dimensionar, una masa negra y viscosa aparece suspendida en el aire. Rápidamente extiende unos tentáculos negros que salen disparados desde su cuerpo, directos hacia el sol. El desesperado ataque de las fuerzas armadas no surte ningún efecto.

 

20:40 Se escuchan aullidos de animales, choques de autos, alarmas, vidrios quebrarse, gente impactando el suelo luego de saltar al suicidio. Llantos, gritos.

 

20:50 En un punto cercano a la cordillera, alguien con generador y señal satelital en el teléfono capta noticias en inglés: Weird phenomenon inside Zona Cero, Sudden Sun Eclipse affects Earth’s magnetism, Chile incomunicated. Todos se acercan, pero la pequeña pantalla del celular no da abasto para todos los curiosos y aterrados.

 

21:10: La masa negra cubre el sol por completo, secándolo. “Estado de precaución. ONEMI establece abandonar zona de playa. Distánciese por COVID-19”, muestra la pantalla de un celular, suena un par de veces una alarma estridente antes que se acabe la batería.