«Humanos de la tierra, este mensaje está siendo
transmitido a todos los territorios en todos las lenguas –al mismo tiempo–,
para que todos y cada uno lo pueda escuchar con claridad. Desde lo que llaman
espacio exterior, hemos notado cómo cientos de miles han muerto y se han infectado
por un virus muy agresivo, pero no teman, que el verdadero virus yace dentro de
la misma raza: son aquellos que han tergiversado el objetivo de la humanidad y
han manipulado, con ambiciones de poder, todo lo que alguna vez pudieron haber
sido, pero eso termina hoy.
Podrán notar, a partir de este mismo momento, que todos los
responsables de ésta catástrofe –que los ha azotado durante siglos de
existencia– están muriendo; posiblemente, incluso algunos al lado de ustedes.
Ataque al corazón, desmayo, derrame cerebral o convulsiones que los mandarán
al suelo sin posibilidad de sobrevivir. No intenten salvarlos, no podrán. Es
parte de la nueva era hacia la que encausaremos a la humanidad. Un futuro
junto a nosotros; un futuro que los guiará hasta más allá de las estrellas.»
Una década ha pasado desde
aquel mensaje que se resonó en toda la atmósfera de la tierra. Lo que decían
los extraterrestres era cierto. Miles de políticos, asociaciones ocultistas,
organizaciones con fachadas falsas, responsables de la pobreza, el hambre, la
corrupción y el genocidio, fallecieron en minutos.
Pese a ello, varias
personas también mu-rieron de espanto ante la implacable verdad de que ya no
estábamos solos en el universo; cada uno de ellos revivió al día siguiente,
ayudados por los que descendieron del espacio, éstos que insistían en que no
los llamaran “ángeles” o “salvadores”, que sólo eran una raza ya muy avanzada y
altamente desarrollada desde hace milenios, de otros planetas, de otras
galaxias, que vieron en nosotros el potencial para unirse al cosmos. El gran
despertar.
Hoy se cumplen diez años
desde aquello. La humanidad ha vuelto a ser esclavizada y todo volvió a ser
como antes de su llegada.