Julieta ya iba a cerrar el local cuando entra una señora con sus dos hijos. Como era la única trabajando ese día, estaba condenada a disfrazarse de vendedora amable. Por un rato se hizo la loca, tratando de postergar lo mas posible el contacto.
- ¿Usté' sabe que se les da a los bichos estos? –le preguntó indicando a las tortugas pequeñas.
- Buenas tardes –le respondió con el tono mas desagradable que pudiese existir– A las tortugas se les da...
- Sipo', porque yo le dí a este bicho unas cecinas y como que se murieron– para este punto, Julieta quería golpearla directamente en la cara.
- Sipo', porque yo le dí a este bicho unas cecinas y como que se murieron– para este punto, Julieta quería golpearla directamente en la cara.
- Ah, sipo'... hay que cuidarlos. No son cualquier cosa.
- Sipo', ahora quiero mas bichos pa' estos dos. El otro día nosé que hicieron estos con una jajaja, uste' sabe `po', los niñitos jajaja, ¡No toquís el acuario Bairon! ¡Cuántas veces te he dicho!– efectivamente, los idiotas hijos que habían salido de entre las piernas de la señora, estaban tocando todo lo que decía "no tocar".
Julieta quería gritar, insultar a la señora y nalgear a los niños quienes sabían perfectamente lo que hacían. En eso, un pez sale del acuario, saltando hasta caer al suelo. Uno de los niños iba directamente a aplastarlo. Mientras Julieta gritaba "¡Noooo!", el pie ya había bajado y aplastado al inofensivo pez... o al menos eso parecía.
El niño salió volando fuera del local. El pez era 10 veces mas grande ahora, se deslizó como haciendo una barrida al segundo niño, quién perdió el equilibrio mientras el pez le daba un golpe con la cola certero en su mentón. El crío dió un giro en el aire en 180ª grados antes de caer al suelo, inconsciente.
El pez miró a la señora, quién estaba con las manos en la boca y sus ojos abiertos de par en par. El pez "caminó" hacia una bolsa de comida de perro de razas pequeñas, la cuál era de 20 kilos. Sin dificultad el pez la abrió y engulló todo el contenido de manera veloz. Terminó de comer y se acercó a la señora, quién estaba acorralada en una esquina.
- No... somos... bichos... ¡Humano culiao'!– un sonoro aletazo resonó en el local y en la mejilla de la señora. Su cabeza se dió vuelta desprendiéndose de su columna vertebral, cayendo a uno de los acuarios que tenia pirañas brasileñas; estas no tenían alimento hasta la siguiente semana, por lo que necesitaban comer.
El pez se dió vuelta, observando a los ojos de Julieta. Esta le tendió la mano, sonriendo. El pez hizo una reverencia y se hizo pequeño, dándose un buen chapusón en su acuario. Después de esto, Julieta le mandaba un mensaje a su jefe, "pirañas alimentadas, hay comida hasta la otra semana, besos".
El niño salió volando fuera del local. El pez era 10 veces mas grande ahora, se deslizó como haciendo una barrida al segundo niño, quién perdió el equilibrio mientras el pez le daba un golpe con la cola certero en su mentón. El crío dió un giro en el aire en 180ª grados antes de caer al suelo, inconsciente.
El pez miró a la señora, quién estaba con las manos en la boca y sus ojos abiertos de par en par. El pez "caminó" hacia una bolsa de comida de perro de razas pequeñas, la cuál era de 20 kilos. Sin dificultad el pez la abrió y engulló todo el contenido de manera veloz. Terminó de comer y se acercó a la señora, quién estaba acorralada en una esquina.
- No... somos... bichos... ¡Humano culiao'!– un sonoro aletazo resonó en el local y en la mejilla de la señora. Su cabeza se dió vuelta desprendiéndose de su columna vertebral, cayendo a uno de los acuarios que tenia pirañas brasileñas; estas no tenían alimento hasta la siguiente semana, por lo que necesitaban comer.
El pez se dió vuelta, observando a los ojos de Julieta. Esta le tendió la mano, sonriendo. El pez hizo una reverencia y se hizo pequeño, dándose un buen chapusón en su acuario. Después de esto, Julieta le mandaba un mensaje a su jefe, "pirañas alimentadas, hay comida hasta la otra semana, besos".