Espinas, barro, heridas y sangre, todo eso y más tenia en mi cuerpo esa mañana. Venía de un largo viaje hacia las montañas, en donde me pasé días buscando el camino hacia el éxito. No lo encontré, pero eso no era lo importante, sino que el tiempo se me acababa para llegar a la civilización.
La madrugada del lunes descendí de la montaña para llegar a tiempo a trabajar. Había logrado tomar turnos después de una ardua lucha con un Tentacruel en las playas de la ciudad, por lo que necesitaba dinero pronto para sobrevivir.
En un esfuerzo descomunal, logré alcanzar mi objetivo. Llegando justo un minuto antes de la temida falta. Mis pies descalzos, mi cuerpo cansado pero mi alma estaba llena, lista y dispuesta a adentrarme en el trabajo para obtener sus queridos frutos. El coordinador de aquel turno era Diego, el mas odiado del supermercado.
- ¡Buena hüeón!, ¿cómo estai`?–le decía a Diego mientras le tendía la mano para el saludo. Este solo me miraba, riéndose.
- Nunca fue– fue lo único que me dijo antes de lanzar una sonora carcajada. Efectivamente, nunca tuve turno aquel día.
Diego entró riendo al supermercado, donde las risas se hicieron mas fuertes. A través del micrófono del local, su risa repletó todos los rincones de este.
Cabizbajo, me retiré hacia mi hogar. En el camino, encontré un billete de 20mil pesos. "Másquenla jijiji", pensé para mis adentros.
La madrugada del lunes descendí de la montaña para llegar a tiempo a trabajar. Había logrado tomar turnos después de una ardua lucha con un Tentacruel en las playas de la ciudad, por lo que necesitaba dinero pronto para sobrevivir.
En un esfuerzo descomunal, logré alcanzar mi objetivo. Llegando justo un minuto antes de la temida falta. Mis pies descalzos, mi cuerpo cansado pero mi alma estaba llena, lista y dispuesta a adentrarme en el trabajo para obtener sus queridos frutos. El coordinador de aquel turno era Diego, el mas odiado del supermercado.
- ¡Buena hüeón!, ¿cómo estai`?–le decía a Diego mientras le tendía la mano para el saludo. Este solo me miraba, riéndose.
- Nunca fue– fue lo único que me dijo antes de lanzar una sonora carcajada. Efectivamente, nunca tuve turno aquel día.
Diego entró riendo al supermercado, donde las risas se hicieron mas fuertes. A través del micrófono del local, su risa repletó todos los rincones de este.
Cabizbajo, me retiré hacia mi hogar. En el camino, encontré un billete de 20mil pesos. "Másquenla jijiji", pensé para mis adentros.