domingo, 13 de septiembre de 2015

@Micro 44, "Mario 63"

El sol en la feria era suave aquella tarde. El calor era mas molesto por la cantidad de personas allí habían, además de que ninguno de los 4 amigos encontraban lo que buscaban. En un puesto donde vendían extraños artículos pornográficos de hace mil años, había una misteriosa caja. En su tapa se leía, "Sorpresas a $100".

- Disculpe, ¿caballero?, hola–saludaba Susana al caballero que atendía el puesto– Las sorpresas, ¿Qué tienen?.
-   Pues sorpresas pues mijita–le respondía el caballero mientras se levantaba y tendía su mano para saludar, la cual se la había sacado justo de los testículos. Susana se dio cuenta de como sus manos estaban repletas de vello púbico.
-   Disculpe caballero, pero no puede saludar a mi amiga con sus manos en ese estado–le increpó José Miguel, quién vio la palma atiborrada de pelos.– No seai' desubicado viejo culiao', sino... le quemaré el puesto.
-   Si joven, tiene usted razón.–le respondía en un tono lastimero a José Miguel, quién se agachó a buscar una pequeña caja.–¿Y sabe qué? Mire, le daré esto para que me perdone, sé que le gustará.
José Miguel abrió la pequeña caja de cartón, la cuál contenía un extraño cartucho de nintendo con la etiqueta de "Mario 63", escrito con lapicera roja.
-   ¿Y usted como sabe que andaba buscando... juegos?–cuando los amigos levantaron la mirada, el viejo, las sorpresas y todo su local se había esfumado. Le preguntaron a los demás arrendatarios de puestos en la feria pero dijeron que hoy no había llegado nadie a ese local.
Inundados por el miedo, los amigos decidieron irse de inmediato a sus casas. El mas ansioso de ellos era José Miguel, quién llevó el juego a La Casa para probarlo.El dueño lo recibió con la clásica dosis, mientras que instalaban la consola para jugar. Listos y dispuestos, encendieron la máquina, la cuál en sus primeros 3 intentos no funcionaba.

- Oye, hüeón, te piteaste el nintendo con tu cagá de juego culiao'–le increpaba el dueño a José Miguel, quién estaba aplastado en el sillón observando el techo.
El dueño de casa se dió cuenta de que el juego almacenaba mucho polvo en su interior, por lo que decidió soplarlo. Este polvo fue a parar directamente a sus pulmones. Su cuerpo se inflamó, sus ojos ardieron y su instinto asesino creció.
Metió el cartucho y encendió la consola. La casa tembló, el suelo se abrió y un sinnúmero de quejidos y almas se escucharon en toda la casa. Viento desde ningún lugar, raíces enormes y agua que brotaba desde el suelo. "Mario 63" ardía, mientras José Miguel seguía pegado al sillón, sin entender nada. Su amigo lo observaba cuidadosamente mientras el caos reinaba alrededor de ellos.
José Miguel sigue sin volver a su casa.