domingo, 27 de septiembre de 2015

@Micro 46, "La mesa" *

Tal como estaba planeado, Diego se sentó en el sillón al frente de la ventana. Mientras tanto, Eduardo pretendía que se demoraba en vestirse. Le comentaba a Diego sobre las peripecias de la noche anterior, hablando sobre la calidad de las mujeres y los estupefacientes consumidos. 
Un curioso Diego observaba la mesa con fotografías del recuerdo, donde yacían las imágenes familiares y la antigua mascota de Eduardo. 

- ¿Estos son tus viejos?
–preguntó Diego mientras sostenía una de las fotos enmarcadas. Eduardo sal de su pieza con las manos en su espalda
.
Ah, si –Eduardo se acercó hasta Diego, quitándole la fotografía de sus manos.– Son mis padres hubo una extraña pausa mientras Eduardo sostenía la imagen. Mirando a Diego a sus ojos, continuó.
- Es que esta es... la mesa de los asesinados
–la reacción de Diego no se hizo esperar. Su mueca  de intriga cambió a la burla, y de la burla a la preocupación, mirando la mano de su amigo que seguía en su espalda.
- Tranquilo, hüeón
dijo Eduardo dando una carcajada, intentando disminuir la tensión antes de cambiar la expresión en su rostro– No te dolerá nada.

La oculta hacha de mano que traía Eduardo se incrustó en el cráneo del joven Diego. La sangre brotó por su cien mientras forcejaba sin éxito. Eduardo quitó el hacha a medio clavar, la tomó a dos manos y gritó.

Al día siguiente, Felipe había llegado a la casa a buscar su bicicleta, sentándose en el mismo sillón en el que alguna vez estuvo Diego.
- Oye, hüéon
–dijo Felipe a Eduardo conteniendo su risa– ¿Porqué chucha tenis' una foto del Diego? 

- Ah... respondió Eduardo desde su pieza, mientras volvía a afilar la pequeña hacha en su clóset– Es talla interna amiguito, ¿te la cuento?

miércoles, 23 de septiembre de 2015

@Mentiras en el trabajo 10, "639"

- Viene el Ka– le increpaba Eduardo a Sebastián. Ambos estaban en la fila esperando su turno para empacar.
- ¿El Ka?
– Sebastián había oído algunos rumores respecto al Ka. Muchos decían que era un mito, otros decían que solo aparecía en las temidas aperturas del lunes, mientras que algunos sostenían que era un robot.
- Sipo', el original. ¿Cachai' como saber si es el original?
- Emm... No hüeón... ¿Por qué?
– le preguntaba Sebastián a su compañero mientras observaba como este sacaba un plátano desde su bolsillo trasero; mismo bolsillo en donde usualmente estaban guardadas todas las monedas de 500 pesos y los billetes.
Eduardo arrojó el plátano lo mas fuerte que pudo en dirección al pasillo que tenían al frente, reventándolo. El aroma a banana aplastada mezclada con el dinero del bolsillo, hizo activar de inmediato los sensores del Ka, el cuál se arrojo al piso a lamer desesperadamente el preciado fruto. Extrañado, Sebastián observó a su compañero, quién con un gesto le dijo que no hiciera nada.
- Es un mono
– le respondía en voz baja a Sebastián– Es un mono sediento de dinero.
- No si caché'... pero, ¿cuanta plata teniai' en el bolsillo?
- Seis y cientos treinta y nueve pesos
– bajando aún mas la voz– todo le sirve... todo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

@El Último, Capítulo 2: Búsqueda

El Último
Capitulo 2: Búsqueda

Los primeros chubascos comenzaron a aparecer justo cuando alcancé al viejo por la espalda. Las maderas estaban empezando a humedecerse por lo que debíamos actuar rápido. Cuando ya íbamos por la sexta tabla, los perros ya estaban en el último piso. Gruñendo y ladrando, se amontonaban sobre otros para alcanzar la escalera.
De pronto, el viejo empezó a gritar. Me dí vuelta para ver como cuatro gordos gatos le atacaban la cara. El viejo perdió el equilibrio y se fue de espaldas contra el suelo, forcejeando. Tomé el martillo y le rompí el cráneo a dos gatos enrabiados, los cuáles a pesar de estar muertos, seguían aferrados a la cara del viejo. Uno de estos me atacó, pero me lo quité de encima lanzándolo al vacío. El último que quedaba había tomado distancia, aún gruñéndonos.
- Le hicieron cagar la cara– le decía al viejo mientras le ayudaba a pararse– Hay que tener cuidao' con...
- ¡Gato conchadetumadre!– gritaba el viejo mientras agarraba su rifle y le apuntaba directamente al felino, con un pulso tembloroso y su cara sangrando. El disparo rezonó en todo el techo, destrozando al poseído animal quién murió al instante. Temiendo que este fuese contagioso, pateamos el cadáver del gato hasta la orilla del edificio, el cuál cayó hasta estrellarse con uno de los autos que se incendiaban en la calle. 
- Tenemos que curarle la cara– la lluvia ya se había desatado, y no teníamos nada para escondernos.
- Mijo, ¿y donde cresta me voy a arreglar esto? Fué nomás mijo... hay que sobrevivir.
- Ya pero, no aquí po' Don Eustaquio. Tenemos que movernos. Esos palos no van a detener a esos perros mucho rato
– los ladridos ya eran mucho mas fuertes y aún se escuchaban algunos balazos y gritos de las personas que quedaban del edificio.
- Mire mijo. Ahí nos salvamos– me decía el viejo apuntando hacia la calle principal. A lo lejos, se observaba un pelotón del ejército marchando con un tanque al frente, el cual repetía el mensaje una y otra vez por los parlantes adosados a la máquina, "Evacúen la zona, evacúen la zona. En menos de media hora será zona de cuarentena. Evacúen la zona" ¿Cuarentena? ¿Y estos hüeones a que se refieren con cuarentena?le pregunté al viejo.
- Que vienen a salvarnos po' mijo, no sea hüeón– el viejo me seguía apuntando a los militares, como si eso me pudiese tranquilizar.

Empecé a buscar por la orilla del edificio alguna forma de descender. "¡Tiene que haber alguna hüeá abierta para bajar!", pensaba mientras el viejo aleteaba los brazos para que los militares lo vieran. Cuando estos ya habían llegado casi al frente del edificio, se detuvieron. El mensaje dejó de sonar y estos se desplegaron detrás y por encima del tanque, avanzando lentamente. No había ningún ladrido, nadie gritaba, a excepción del viejo, "¡Está lleno de perros culiaos' y gatos acá!... ¡Acá arriba!".
Eran muchos animales, muchos. Las balas llovían y lo último que alcancé a ver fue al viejo echarse al suelo, junto con gatos y perros saltando desde las ventanas hacia los militares. La ráfaga de balas sonó varios minutos hasta que cesó. Me levanté mientras el viejo seguía en el suelo como esperando mi confirmación para levantarme. El ataque de los animales no había sido efectivo. La mayoría se reventó contra el suelo y se veían pocos heridos... hasta que comenzaron los aullidos.
De los edificios salieron cientos, cientos de gatos y perros. Como una horda, engulleron todo a su paso. El tanque quedó cubierto de estos mientras las balas eran ahogadas por los gritos de los militares. No hubo nada que hacer, y pude observar como se comían hasta el último de ellos. El viejo observó derrotado la escena, sentándose en la cornisa antes de empezar a llorar. "
Evacúen la zona, evacúen la zona", se escuchaba en el aire. Ya me estaba desesperando, y el viejo solo hacía contagiarme aun más el desconsuelo y la impotencia. La lluvia ya era mas fuerte aún y me estaba enfriando demasiado, por lo que me decidí a descender a la ventana que estaba mas cerca.- ¡Don Eustaquio! ¡Si nos quedamos llorando acá nos van a matar! ¡Tenemos que movernos! ¡Venga!
- ¡Oiga!– me gritaba el viejo reincorporándose– ¡Yo bajo primero! ¡Uste'... está joven aún!
- Pero cómo va a bajar uste' si...
- ¡Oye!– me dijo el viejo interrumpiéndome– No tengo nada que perder... ¿y tú?– Recordé a mi hija... la recordé en medio de todo el caos por primera vez y no supe qué contestarle– ¿Vé?... Ayúdeme a bajar mejor.
Me recosté en el mojado suelo mientras el viejo descendía aferrándose a mi brazo. Una vez apoyado en la cornisa, le pasé su arma para que rompiera el vidrio. No lo pudimos hacer de manera silenciosa; los perros nos miraron de inmediato, dejando de lado los restos de la milicia ya inerte. Al viejo lo perdí de vista observando esto.
-¡Oiga! ¡Viejo!...¡Viejo!...Por la chucha
– con temor de caerme, pude apoyar mi pie en la cornisa. Casi apunto de caer, me logré afirmar del marco de la ventana, incrustándome unos trozos de vidrio en la mano. Desconozco de quién era el departamento, pero no se veía desordenado. El viejo estaba congelado observando la televisión. "Evacúen la zona, evacúen la zona", se escuchaba a mis espaldas desde la calle.

martes, 15 de septiembre de 2015

@Micro 45, "Bichos"

Julieta ya iba a cerrar el local cuando entra una señora con sus dos hijos. Como era la única trabajando ese día, estaba condenada a disfrazarse de vendedora amable. Por un rato se hizo la loca, tratando de postergar lo mas posible el contacto.

- ¿Usté' sabe que se les da a los bichos estos? –le preguntó indicando a las tortugas pequeñas.
- Buenas tardes –le respondió con el tono mas desagradable que pudiese existir– A las tortugas se les da...
- Sipo', porque yo le dí a este bicho unas cecinas y como que se murieron
– para este punto, Julieta quería golpearla directamente en la cara.
- Ah, sipo'... hay que cuidarlos. No son cualquier cosa.
- Sipo', ahora quiero mas bichos pa' estos dos. El otro día nosé que hicieron estos con una jajaja, uste' sabe `po', los niñitos jajaja, ¡No toquís el acuario Bairon! ¡Cuántas veces te he dicho!– efectivamente, los idiotas hijos que habían salido de entre las piernas de la señora, estaban tocando todo lo que decía "no tocar".
Julieta quería gritar, insultar a la señora y nalgear a los niños quienes sabían perfectamente lo que hacían. En eso, un pez sale del acuario, saltando hasta caer al suelo. Uno de los niños iba directamente a aplastarlo. Mientras Julieta gritaba "¡Noooo!", el pie ya había bajado y aplastado al inofensivo pez... o al menos eso parecía.
El niño salió volando fuera del local. El pez era 10 veces mas grande ahora, se deslizó como haciendo una barrida al segundo niño, quién perdió el equilibrio mientras el pez le daba un golpe con la cola certero en su mentón. El crío dió un giro en el aire en 180ª grados antes de caer al suelo, inconsciente.
El pez miró a la señora, quién estaba con las manos en la boca y sus ojos abiertos de par en par. El pez "caminó" hacia una bolsa de comida de perro de razas pequeñas, la cuál era de 20 kilos. Sin dificultad el pez la abrió y engulló todo el contenido de manera veloz. Terminó de comer y se acercó a la señora, quién estaba acorralada en una esquina.

- No... somos... bichos... ¡Humano culiao'!
– un sonoro aletazo resonó en el local y en la mejilla de la señora. Su cabeza se dió vuelta desprendiéndose de su columna vertebral, cayendo a uno de los acuarios que tenia pirañas brasileñas; estas no tenían alimento hasta la siguiente semana, por lo que necesitaban comer.
El pez se dió vuelta, observando a los ojos de Julieta. Esta le tendió la mano, sonriendo. El pez hizo una reverencia y se hizo pequeño, dándose un buen chapusón en su acuario. Después de esto, Julieta le mandaba un mensaje a su jefe, "pirañas alimentadas, hay comida hasta la otra semana, besos".

lunes, 14 de septiembre de 2015

@Mentiras en el trabajo 9, "Nunca fue"

Espinas, barro, heridas y sangre, todo eso y más tenia en mi cuerpo esa mañana. Venía de un largo viaje hacia las montañas, en donde me pasé días buscando el camino hacia el éxito. No lo encontré, pero eso no era lo importante, sino que el tiempo se me acababa para llegar a la civilización.
La madrugada del lunes descendí de la montaña para llegar a tiempo a trabajar. Había logrado tomar turnos después de una ardua lucha con un Tentacruel en las playas de la ciudad, por lo que necesitaba dinero pronto para sobrevivir.
En un esfuerzo descomunal, logré alcanzar mi objetivo. Llegando justo un minuto antes de la temida falta. Mis pies descalzos, mi cuerpo cansado pero mi alma estaba llena, lista y dispuesta a adentrarme en el trabajo para obtener sus queridos frutos. El coordinador de aquel turno era Diego, el mas odiado del supermercado.
- ¡Buena hüeón!, ¿cómo estai`?–le decía a Diego mientras le tendía la mano para el saludo. Este solo me miraba, riéndose.
- Nunca fue
– fue lo único que me dijo antes de lanzar una sonora carcajada. Efectivamente, nunca tuve turno aquel día.
Diego entró riendo al supermercado, donde las risas se hicieron mas fuertes. A través del micrófono del local, su risa repletó todos los rincones de este.
Cabizbajo, me retiré hacia mi hogar. En el camino, encontré un billete de 20mil pesos. "Másquenla jijiji", pensé para mis adentros.

domingo, 13 de septiembre de 2015

@Micro 44, "Mario 63"

El sol en la feria era suave aquella tarde. El calor era mas molesto por la cantidad de personas allí habían, además de que ninguno de los 4 amigos encontraban lo que buscaban. En un puesto donde vendían extraños artículos pornográficos de hace mil años, había una misteriosa caja. En su tapa se leía, "Sorpresas a $100".

- Disculpe, ¿caballero?, hola–saludaba Susana al caballero que atendía el puesto– Las sorpresas, ¿Qué tienen?.
-   Pues sorpresas pues mijita–le respondía el caballero mientras se levantaba y tendía su mano para saludar, la cual se la había sacado justo de los testículos. Susana se dio cuenta de como sus manos estaban repletas de vello púbico.
-   Disculpe caballero, pero no puede saludar a mi amiga con sus manos en ese estado–le increpó José Miguel, quién vio la palma atiborrada de pelos.– No seai' desubicado viejo culiao', sino... le quemaré el puesto.
-   Si joven, tiene usted razón.–le respondía en un tono lastimero a José Miguel, quién se agachó a buscar una pequeña caja.–¿Y sabe qué? Mire, le daré esto para que me perdone, sé que le gustará.
José Miguel abrió la pequeña caja de cartón, la cuál contenía un extraño cartucho de nintendo con la etiqueta de "Mario 63", escrito con lapicera roja.
-   ¿Y usted como sabe que andaba buscando... juegos?–cuando los amigos levantaron la mirada, el viejo, las sorpresas y todo su local se había esfumado. Le preguntaron a los demás arrendatarios de puestos en la feria pero dijeron que hoy no había llegado nadie a ese local.
Inundados por el miedo, los amigos decidieron irse de inmediato a sus casas. El mas ansioso de ellos era José Miguel, quién llevó el juego a La Casa para probarlo.El dueño lo recibió con la clásica dosis, mientras que instalaban la consola para jugar. Listos y dispuestos, encendieron la máquina, la cuál en sus primeros 3 intentos no funcionaba.

- Oye, hüeón, te piteaste el nintendo con tu cagá de juego culiao'–le increpaba el dueño a José Miguel, quién estaba aplastado en el sillón observando el techo.
El dueño de casa se dió cuenta de que el juego almacenaba mucho polvo en su interior, por lo que decidió soplarlo. Este polvo fue a parar directamente a sus pulmones. Su cuerpo se inflamó, sus ojos ardieron y su instinto asesino creció.
Metió el cartucho y encendió la consola. La casa tembló, el suelo se abrió y un sinnúmero de quejidos y almas se escucharon en toda la casa. Viento desde ningún lugar, raíces enormes y agua que brotaba desde el suelo. "Mario 63" ardía, mientras José Miguel seguía pegado al sillón, sin entender nada. Su amigo lo observaba cuidadosamente mientras el caos reinaba alrededor de ellos.
José Miguel sigue sin volver a su casa.

jueves, 10 de septiembre de 2015

@Orígenes 1, "Rafael"

En una lejana ciudad al norte del país, existía un místico huevo de origen desconocido. Tenía el alto de una persona normal y un diámetro considerable. Durante generaciones, muchas personas se tomaron fotos con este huevo, poniéndose encima de él simulando que lo empollaban y/ó esperando adquirir su energía mágica que decían que contenía.
El huevo en cuestión pertenecía a una antigua tribu de seres pequeños, los cuáles no poseían piernas en lo absoluto, sino que vivían solo de arar la tierra con sus potentes muñecas. 
Esta misteriosa roca fue puesta por Jyoti, la reina por aquel entonces de esta tribu, la cual fue fecundada por un extraño ser revoltoso e inquieto quién fastidiaba a mujeres y hombres por igual. Este ser, luego de fecundar a Jyoti, desapareció sin dejar rastro, mientras que Jyoti asumió su rol de madre, empollando el preciado huevo y que logró sacar de su vientre, a pesar de que las leyes físicas actuales dirían que es imposible ya que su cuerpo reventaría tratando de hacerlo.
El mito se convirtió en leyenda. Jyoti pereció empollando toda su vida el huevo, el cuál nunca eclosionó. La tribu posteriormente cambió de lugar y el huevo quedó intacto por siglos... hasta ahora.

10 de Septiembre/19XX

- ¡Cacha hüeona!–le gritaba la mujer a su novia, ambas alcoholizadas producto de una tarde sin deberes ni tareas–¡El manso huevo!.
- ¡Amiga! ¡Qué bacán!–le respondía a su polola mientras sacaba de su mochila una cámara fotográfica–Parece que todavía me quedan fotos en el rollo.
- ¡Ya! ¡Sácamela!–decía la mujer mientras se subía dificultosamente al huevo. La roca estaba repleta de musgos, telarañas y ramas de otros árboles ya rodeándolo producto del paso del tiempo.
Aquella misma mañana, Banina había tenido un frustrado intento de sexo con su polola; no había apagado la alarma que contenía una sonora cumbia villera la cuál le forzaba a despertarse, esta sonó con tal fuerza que mató la pasión de la mañanera, forzándolas a anular cualquier intento sexual. Su objetivo de esta tarde era claro, follar con su novia en ese huevo hasta el anochecer.
Su calentura era tal, que por alguna extraña razón, el huevo reaccionó a su calor comenzando a trizarse. Justo después de tomada la foto, Banina saltó de inmediato, sacándose la chucha junto con su novia cayendo ambas al suelo. 
Una luz cegadora salió del huevo, la cuál solo pudo captar la novia de Banina en ese preciso instante. Su cámara tomó las dos últimas fotos antes de su muerte, la cuál se desintegró con el fulgor de la luz. Banina gritaba desconsolada por ayuda, pero era demasiado tarde. El bebé en cuestión era diminuto, pero ya estaba de pie. Banina, olvidando todo temor, se acercó al infante, el cuál tenía dos ramas de un árbol en su manos simulando que tocaba una batería, mientras su pequeño pene se movía con él. "¡Es un niñito!", pensó la mujer mientras le hablaba cariñosamente.
- ¿Hola?... ¿También te gusta tocar batería cosita?–mientras tomaba al niño en sus brazos–Eres hermoso y tienes los mismos ojos míos. ¡Ya sé!–la curadera de Banina había desaparecido, era una mujer nueva– Te llamaré... ¡Rafael!.

martes, 8 de septiembre de 2015

@Mentiras en el trabajo 8, "12:30"

Era el apogeo del turno de las 12. El calor del verano impregnaba los cuerpos sudorosos de todos los empaques, esto producto del fuerte sol que azotaba sus espaldas. El pantalón negro, la polera de algodón blanca y la roja perchera se sumaban para acrecentar el nuesni y la sopa en todo el cuerpo. En la caja 13 se encontraba Sebastián, quién anonadado por el calor trataba de contar las sudadas monedas de sus bolsillos; además, tenía la manía de meter las bolsas chicas en la funda de las bolsas grandes solo por fastidiar a sus compañeros. Para su pesar, no había compañeros a quienes fastidiar. Todos estaban de manera fija, esparcidos por las cajas empacando a incontables personas que a esa hora atiborraban el supermercado.

Sebastián perdió la motivación de empacar al ver el temido mensaje en la pantalla de la caja, "Artículo no encontrado", bloqueándola de inmediato y tener que esperar a una supervisora que viniese en auxilio. "Mierda", pensó mientras la insignificante luz de la caja se encendía esperando por respuesta.
En este momento la caja se apagó y junto con ello todas las demás. No había sido un corte  de luz sino que algo ajeno al supermercado. La porquería de música fue cambiada por un sonido de estática muy fuerte, mientras que las cajas emitían su clásico pitido como si pasaran cientos de códigos al mismo tiempo. Sebastián contemplaba como se silenció el supermercado al ver que en las pantallas de cada una de las cajas, un extraño ser hablaba con un críptico mensaje, "Nnrs... dpptznbdb...m0m... gfmjqfdpñkfññj... Nnrs... dbubnjmg... m0m".
Esto se repitió por varios minutos; mientras algunos entraron en pánico y otros reían, todo volvió a la normalidad. Para suerte de Sebastn, la transmisión había desbloqueado la caja, por lo que su motivación volvió... hasta que tuvo que rotar en la caja mas temida de todas, la 1.
Al momento de llegar, no había ningún cajero en la caja. Tan solo existía una gran mancha humeante en la horrible silla, dando cuentas de que en algún momento hubo alguien allí. Levantando la mirada, Sebastían vio el mensaje en la caja como una burla, "Para continuar, cierre la gaveta".

- ¡Aaaah!, pico con esta hüea–buscando con la mirada al coordinador de turno, Leonardo– Oye Leo...¡Leooo!, ¿me puedo ir?.
- No– le respondió tajantemente Leonardo ajustando sus lentes, quién iba a buscar mas bolsas para las cajas.
 Frustrado, Sebastían se apoyo en la caja a observar la hora, recién eran las 12:30.

lunes, 7 de septiembre de 2015

@Micro 43, "Muerte Bucal"

Ya había pasado la parte mas tétrica del asunto, por lo que Nicolás se dijo para sus adentros, "¿Qué podría ser peor?". Atravesando una amplia jungla de arbustos y árboles, por un sendero bastante estrecho, se veían las primeras luces dentro de la noche. El frío no era tan potente aquel día, pero sin duda el ambiente era denso. Parecía como si pudieses engullir las nubes de un solo bocado al caminar; estas no eran producto de la condensación, sino del planetario al que se acercaban, donde era el epicentro de la fiesta.
Nicolás notó la presencia de varias personas a quiénes saludó con la mano alzada y su clásica pose extraterrestre-idiota-indio-paralizado, "Hola". Con un frío saludo le devolvieron la mano, exceptuando a una mujer que lo miraba directo a sus ojos. Nicolás, ruborizado, se acercó de inmediato a ella, "Esta es el objetivo jijiji", pensaba mientras la mujer le tendía un vaso casi lleno de nutritivo vino.
- ¿Está bueno esto ah?–la mujer no lo perdía de vista, aún callada y observando a sus pupilas–. Oye...¿Quieres ir a hablar a otro lugar?.
- No gracias, así está bien. ¡Aaaaaaaah!–un grito inesperado terminó su frase y todos a su alrededor se rieron. Extrañado, Nicolás solo pudo seguir riendo de forma colaborativa, pero en realidad no entendía nada.
- ¡El chilenito me quería llevar al oscuro! ¡Aaaaaaaah!–por alguna razón, la mujer terminaba sus frases con este grito de guerra, exagerado e innecesario. Sus amigos la imitaban pero ella no parecía entender que el chiste era para ella.
Su amiga, quién también sobrevivió al principio de la noche, le susurró al oído, "Es amiga de mi hermana. Me dijo que tiene un problema con ese grito... está en terapia". La noche pasó, tratando de entender su problema. Para su mala suerte, ella no se olvidó de él.
- ¡Llévamo al oscurito!
¡Aaaaaaaah!
- ¡Y porqué no te callai' mejor conchadetumadre!
–el grito de Nicolás hizo detener la música, las risas y los besuqueos de los presentes. La mujer estaba roja, apunto de contestarle cuando su boca implosionó, dejando vapor y partículas de sangre seca en el aire. Sus ojos desorbitados la acompañaron en su desmayo directo hacia el piso, mientras todos observaban sorprendidos sin reacción alguna.
Al cabo de unos minutos, la música siguió, el ambiente volvió a su normalidad y las conversaciones siguieron. Nicolás, aún absorto en el cuerpo de la mujer, sintió otro susurro de su amiga a su oído, "Mi amiga dijo que si seguía gritando podía morir bucalmente, eso le había dicho el psicólogo"
En un gesto caballeroso, Nicolás le dió una patada al cuerpo inerte de la mujer, siguiendo el jolgorio.

viernes, 4 de septiembre de 2015

@Mentiras en el trabajo 7, "¡Suspendido!".

"¿Alcanzaré?", pensaba mientras corría en dirección a la pega. Quedaban dos minutos para entrar y aun me faltaban varias cuadras. El codiciado más tarde no lo pude pedir (media hora extra para llegar), salí demasiado apresurado del café.
En el camino me encontré con Sebastián, quién estaba con la mirada fija en el cielo, observando algunas nubes que ya empezaban a cambiar de color producto del atardecer de las 19 hrs.
- ¡Buena, hüeón!... ¿Seba?.- le pregunté mientras él me dejaba con la mano alzada. Lo miré extrañado, lo saludé al frente de sus ojos pero no hubo caso. Me quedaba un minuto, por lo que le dí una patada en el culo y entré raudo al super.
Mi sorpresa aumentó al observar a todos detenidos, todos observando el cielo... todos. Desde los mismos funcionarios hasta la clientela. Desde el gerente hasta mis compañeros. Absolutamente todos absortos en las tonalidades del cielo. Por mas que trataba de observarlos, no me pegaba tanto como ellos.
Eran las 19:35 cuando yo ya estaba empacando a personas congeladas en cada una de las cajas, empujando a mis compañeros que estaban como piedra mirando las nubes y presionando las teclas que las cajeras no habían tocado para sacar la boleta. Hice eso en todas las cajas, nadie me detuvo.
Ya para cuando eran las 20:00 hrs me estaba aburriendo, por lo que me desnudé de pies a cabeza y me coloqué la camisa negra de piqué de la coordinadora que estaba allí, además de su credencial.
Me subí a una caja y comencé a bailar al son de la tediosa música de supermercado. La credencial danzaba en mi plexo solar, la pechera me quedaba muy holgada... ¡me sentía delgado!. Sin esperar que esto les llamase la atención, proseguí con mi danza hasta que todo volvió a la normalidad.
Así es, todos comenzaron a moverse, todos caminaron, las cajeras teclearon y los guardias observaban al único imbécil desnudo sobre la caja.
Para mi suerte, esa misma noche, el hecho de estar desnudo, defecar y sustraer unas cuantas botellas de vino en el mismo supermercado pasó desapercibido. Caso contrario fue la credencial y la camisa negra de la coordinadora; me suspendieron esa misma noche.

jueves, 3 de septiembre de 2015

@Micro 42, "Viaje a la disco" *

"Qué paja", pensó Ronald, vistiéndose para ir de cacería a la helada noche costera. Mucha fiesta le estaba pasando la cuenta, pero no por sus problemas hepáticos ya diagnosticados o sus problemas pulmonares producto del cigarro, sino que la bohemia monótona lo afectaba anímicamente. 
Esta noche, tendría una cita con Alejandra, con la cuál era lo mas probable que subieran un nivel más en su relación."Oh... Ese capítulo es re bueno... Ya, pico", dijo Ronald cuando apagó la televisión, donde daban uno de los mejores capítulos de Dragon Ball Z en el único canal que veía. Luego, tomó sus llaves y encendió el auto, saliendo a la medianoche hacia la disco.
Una vez dentro, encontró a sus amigos que le ofrecieron un vaso clásico de la noche: whisky con redbull. Al cabo de un rato, Ronald encontró a Alejandra y tres amigas, formando un maravilloso 1 vs 1 para tod@s. Para su mala suerte, todas eran iguales a ella. Altas, delgadas, rubias, millonarias... Ronald estaba cansado de aquello, pero decidió hacer uso de todo su protocolo una vez más, iniciando la clásica terapia nocturna.
No funcionó. Alejandra le dijo que nunca lo vio como más que un amigo y terminó yéndose con otra persona. Solo una de sus amigas quedó sola, pero Ronald no tenía interés en ella. Cuando ya eran las 5 de la mañana, la ebria amiga de Alejandra se acerca a Ronald, quién estaba en el mismo estado etílico. Se sienta en la barra y bebe un corto de su mojito, mientras la música electrónica sigue fuerte retumbando en su cerebro. Le dice algo que él no alcanza a escuchar, por lo que se ponen muy cerca uno del otro.
- ¡Te preguntaba si... Cachai' a Freezer!gritó desde la barra, sin dejar el vaso.
- ¡¿Freezer?!respondió extrañado a la mujer. ¡¿Es un trago?!.
- ¡No po', hüeón! la amiga bebe un largo sorbo antes de continuar. Es el demonio del frío que se pitió' el planeta de Picoro... ¿¡Cachai' Dragon Ball o no!?.
De pronto, una luz se iluminó en el cielo de Ronald. La madrugada había empezado de manera maravillosa.