Izmael era el protagonista de un proyecto único en la historia de la humanidad: HMS, el primer salto temporal con tecnología 100% terrestre. El suceso era tal que medios de prensa internacionales y streamings en todo el planeta transmitirían el hito.
A unas horas de comenzar, los asistentes técnicos del
proyecto HMS le colocaban las botas del traje a un Izmael que se enfocaba en
cumplir la misión. Sentía el peso en los hombros, pero con plena determinación
y confiado en alcanzar el éxito. Respiró dos largas bocanadas de aire antes de
escupir el chicle en la palma de un asistente técnico.
- Démosle –dice Izmael, con seguridad.
- Dicen que hay tantas personas viendo, que hay lag
en todo el internet –contesta uno de ellos.
- Muchos están aprovechando las fallas para hackear
servicios financieros, gubernamentales y de otras empresas aún peores –contesta otra asistente, ajustándole los guantes presurizados–, por otro lado,
en todo el planeta hay fallas con la electricidad.
- Estaba dentro de las posibilidades –contesta Izmael, mirando hacia el pabellón que lo esperaba en el desierto.
Metros más allá estaba el portal–. El flujo de energía Alfa que usamos es
demasiado para el planeta, pero todo eso ya está conversado.
- Lo sé, director –replicó rápidamente otro asistente–,
pero aquí las condiciones son perfectas.
- Sí, porque lo planeé yo –contesta Izmael con tono
serio–. Dame unas quemadas.
- En cualquier caso, director, las condiciones son
ideales –dice el cuarto asistente, apretando un botón en el pecho del traje–.
Saldrá perfecto.
El asistente, por último, coloca el casco sobre Izmael,
haciendo que comience el proceso de presurización.
- Gracias. Y sí… –dijo Izmael, botando el humo mientras el
tercer asistente se lo quita de la boca–. Este es el día en que triunfamos.
Los asistentes hicieron un saludo militar a Izmael, bajó
los escalones y avanzó hacia la puerta de cristal, que se abrió dejando entrar
la brisa del desierto de Atacama. De inmediato notó los rayos del portal
electrificando el traje, los que quemarían a cualquier persona desprotegida.
Dio varios pasos, sintiendo el vidrio reflectante del pasillo protegerlo de la
tierra y rocas que se estrellaban por el azote del viento. Informó por el
micrófono que todo estaba perfecto, mientras veía cómo una de las torres de
control del ala derecha de las instalaciones, salía desprendida de su base: los
rayos la pulverizaron en segundos. Izmael volvió a mentir repitiendo lo mismo y
añadiendo: “recuerden que todo eso es una ilusión del portal tratando de evitar
que lo usemos”. A través del auricular, le llega una interrumpida respuesta. “Directo… hay…
gente a la cual le estalló la… cabe…za... Gritos.
(Ininteligible.)… gente vomitando, riéndose fuerte…. llorando… señor, están
todos como locos… se… ñor?.... señor me… ¿escucha?... señ…”.
Izmael siguió caminando. Quedaban pocos metros. Pese a
los ruidos de los rayos, el viento y la estructura trizándose, pudo distinguir
los gritos de las personas del proyecto HMS muriendo por razones horribles e
inexplicables. También estaba dentro de las posibilidades, pensó Izmael, esto nunca
se había hecho. Si había una oportunidad de lograrlo, nada ni nadie me lo iba a
impedir, incluso si eso implica sacrificar a toda la humanidad. Cuando pase al
otro lado, viviré en otra línea temporal en que no ha pasado esto; por lo
tanto, lo que pase aquí me importa una mierda. Lograré la misión. No la del
HMS: la mía.
La estructura que protegía la pasarela cedió justo
cuando Izmael posó sus pies en la arena quemada del suelo. Vio los sensores de
seguridad del traje en la pantalla de su casco. “Todo impecable” repitió por el
micrófono, sin importar si lo escuchaban o no. Abrió las manos y se miró las
palmas. “No hay filtraciones”. Haber obligado a todos esos países a quedar en
la quiebra por dedicar toda su mano de obra a la creación de un traje imposiblemente
seguro fue, sin dudas, una ardua labor. Muchos muertos por las que ya no se
podía llorar.
“Señor… (Estática) Gritos… Solo quedamos no...
tros… torre princi… pal... hay reportes de… muertes en todo… el… neta… señor
direc… vamos a… rir?... me… escu…”.
Izmael apagó los intercomunicadores, desconectó los
sensores de seguridad y abrió el programa de destino, donde reconfiguró rápidamente
la fecha de viaje planificada. A la que él quería: 02 de septiembre del 2011.
- Te salvaré, Felipito
–dice Izmael en voz alta antes de saltar hacia el portal, mientras
gritaba– ¡¡¡Te salvaré Felipe Camiroaga!!!