lunes, 3 de mayo de 2021

Save Him

Izmael era el protagonista de un proyecto único en la historia de la humanidad: HMS, el primer salto temporal con tecnología 100% terrestre. El suceso era tal que medios de prensa internacionales y streamings en todo el planeta transmitirían el hito.

A unas horas de comenzar, los asistentes técnicos del proyecto HMS le colocaban las botas del traje a un Izmael que se enfocaba en cumplir la misión. Sentía el peso en los hombros, pero con plena determinación y confiado en alcanzar el éxito. Respiró dos largas bocanadas de aire antes de escupir el chicle en la palma de un asistente técnico.

- Démosle –dice Izmael, con seguridad.

- Dicen que hay tantas personas viendo, que hay lag en todo el internet –contesta uno de ellos.

- Muchos están aprovechando las fallas para hackear servicios financieros, gubernamentales y de otras empresas aún peores –contesta otra asistente, ajustándole los guantes presurizados–, por otro lado, en todo el planeta hay fallas con la electricidad.

- Estaba dentro de las posibilidades –contesta Izmael, mirando hacia el pabellón que lo esperaba en el desierto. Metros más allá estaba el portal–. El flujo de energía Alfa que usamos es demasiado para el planeta, pero todo eso ya está conversado.

- Lo sé, director –replicó rápidamente otro asistente–, pero aquí las condiciones son perfectas.

- Sí, porque lo planeé yo –contesta Izmael con tono serio–. Dame unas quemadas.

- En cualquier caso, director, las condiciones son ideales –dice el cuarto asistente, apretando un botón en el pecho del traje–. Saldrá perfecto.

El asistente, por último, coloca el casco sobre Izmael, haciendo que comience el proceso de presurización.

- Gracias. Y sí… –dijo Izmael, botando el humo mientras el tercer asistente se lo quita de la boca–. Este es el día en que triunfamos.

         Izmael estiró sus hombros y cuello, mirando nuevamente a la pasarela que conectaba con el portal. Casi tres horas pasaron, hasta que se encontró en el último trayecto.

Los asistentes hicieron un saludo militar a Izmael, bajó los escalones y avanzó hacia la puerta de cristal, que se abrió dejando entrar la brisa del desierto de Atacama. De inmediato notó los rayos del portal electrificando el traje, los que quemarían a cualquier persona desprotegida. Dio varios pasos, sintiendo el vidrio reflectante del pasillo protegerlo de la tierra y rocas que se estrellaban por el azote del viento. Informó por el micrófono que todo estaba perfecto, mientras veía cómo una de las torres de control del ala derecha de las instalaciones, salía desprendida de su base: los rayos la pulverizaron en segundos. Izmael volvió a mentir repitiendo lo mismo y añadiendo: “recuerden que todo eso es una ilusión del portal tratando de evitar que lo usemos”. A través del auricular, le llega una interrumpida respuesta. “Directo… hay… gente a la cual le estalló la… cabe…za... Gritos. (Ininteligible.)… gente vomitando, riéndose fuerte…. llorando… señor, están todos como locos… se… ñor?.... señor me… ¿escucha?... señ…”.

Izmael siguió caminando. Quedaban pocos metros. Pese a los ruidos de los rayos, el viento y la estructura trizándose, pudo distinguir los gritos de las personas del proyecto HMS muriendo por razones horribles e inexplicables. También estaba dentro de las posibilidades, pensó Izmael, esto nunca se había hecho. Si había una oportunidad de lograrlo, nada ni nadie me lo iba a impedir, incluso si eso implica sacrificar a toda la humanidad. Cuando pase al otro lado, viviré en otra línea temporal en que no ha pasado esto; por lo tanto, lo que pase aquí me importa una mierda. Lograré la misión. No la del HMS: la mía.

La estructura que protegía la pasarela cedió justo cuando Izmael posó sus pies en la arena quemada del suelo. Vio los sensores de seguridad del traje en la pantalla de su casco. “Todo impecable” repitió por el micrófono, sin importar si lo escuchaban o no. Abrió las manos y se miró las palmas. “No hay filtraciones”. Haber obligado a todos esos países a quedar en la quiebra por dedicar toda su mano de obra a la creación de un traje imposiblemente seguro fue, sin dudas, una ardua labor. Muchos muertos por las que ya no se podía llorar.

“Señor… (Estática) Gritos… Solo quedamos no... tros… torre princi… pal... hay reportes de… muertes en todo… el… neta… señor direc… vamos a… rir?... me… escu…”.

Izmael apagó los intercomunicadores, desconectó los sensores de seguridad y abrió el programa de destino, donde reconfiguró rápidamente la fecha de viaje planificada. A la que él quería: 02 de septiembre del 2011.

- Te salvaré, Felipito  –dice Izmael en voz alta antes de saltar hacia el portal, mientras gritaba– ¡¡¡Te salvaré Felipe Camiroaga!!!