martes, 28 de julio de 2015

@Micro 31, "La humillación de David"

Estaba preparado. Ya lo había postergado demasiado y no pretendía seguir aguantando más. David lo había hecho todo. Compró un perfume barato, se lavó partes que ni conocía, cepilló sus dientes tres veces y salió como un majestuoso adonis desde el baño de su casa. Compró uno de esos sushis caros, una cajita de 50, junto con una película romántica que había descargado por torrent el mismo día en la mejor calidad posible. Acomodó los sillones de su casa y comenzó la espera.
Josefa conoció a David en una noche de locura en el pub céntrico de la ciudad. Intercambiaron miradas y comenzaron a hablar. Ya se habían juntado varias veces a fumar, conversar y beber cerveza, pero hoy era distinto. Esto ocurriría sí o sí.

Ella pareció sorprendida ante la caja de sushi que ingirieron juntos mientras la película avanzaba. Josefa se recostaba en el regazo de David quién tenía sus neurotransmisores corriendo para todos lados, llenos de ganas por querer probar la saliva de Josefa con un profundo beso. Sin meditarlo, David no lo dudó y acerco sus labios a los de Josefa, quién con un empujón lo separó de ella, diciéndole: "David, ¿¡Qué chucha!?", el cuál la miró pasmado sin articular palabra. "Puta David, hüeón ¿Para qué haces esto? ¿¡No ves que nuestra amistad se va a la chucha!? ¡Si a mi me gustan las minas, hüeón!". La película ya había terminado y junto con ella, la amistad de David y Josefa. Todas las señales que creyó haber visto las malinterpretó, recibiendo únicamente un amigable "friendzonecombobreaker".
Pasaron varios meses sin que David supiera de Josefa. Ni sms, inbox o whatsapp; no hablaron más. Pero David si vio a Josefa una última vez, en la plaza, dando rienda suelta a su amor con otro hombre. Ese día, volvió a su casa derrotado; una vez dentro del baño, de donde se había sentido tan triunfal, se observó al espejo. Sus senos caídos, su pelo largo enmarañado y unas profundas ojeras le colgaban bajo los párpados."Me gustaba mucho que me dijeran David", pensó mientras se sentaba sobre la taza del baño a orinar. Josefa estaba demacrada, las inyecciones le provocaban diversas alucinaciones y junto estas, una pérdida de su yo y el tiempo. Josefa siempre fue David, su eterno amor. Ella también era mujer, pero lo que vio en su plaza no era David, era ella. "David jamás existió", pensaba mientras, en su patio, a 20 metros de profundidad, un cuerpo que alguna vez fue de un hombre, se pudría gracias a los gusanos.