Me acercaba al trabajo cuando observo un auto estacionarse en el asiento para personas discapacitadas. Me pregunté si era posible que descendiera alguien sin ninguna discapacidad desde allí... y así fue. El demonio se estacionó, descendió y bloqueó las puertas de su automóvil con su llave. Me quedé mirando un buen rato mientras se dirigía hacia el interior del supermercado, con su clásica mirada de "no me fastidien/me quiero ir rápido de aquí".
Procedí a cambiarme de ropa para entrar. Por aquel entonces era verano, por lo que dentro del local el calor era horripilante. Para mi suerte, me tocó empacarle justo al demonio. Le dí los típicos saludos de "Buenas tardes", pero tan solo me ignoró.
El demonio, ya casi terminando de imprimirse la boleta, comenzó a reclamar. Me reí irónicamente para mis adentros, pensando "ya... me voy mejor". Mi sorpresa fue mayúscula al escuchar una voz en mi cabeza que decía, "No te irás pequeña mierda, o sino te apuñalaré los cocos". La voz era inconfundible, era el demonio del cabello blanco quién me amenazaba telepáticamente. Me quedé paralizado esperando que le arreglaran su insignificante problema sin volver a la fila; tenia miedo de que fuese a destruirme de alguna forma, mas que mal, era una demonio... un demonio hijo de puta.
Cuando se dispuso a irse con su bolsa de pan, coloca 100 pesos sobre la mesa y dice, "Me recarga 100 pesos a movistar, porfavor". Tan solo pude mirarlo... y mirarlo... y aun así, mientras me seguía amenazando mentalmente con que me apuñalaría mis testículos. Me retiré hacia la fila, ignorando el hecho de que estuve a centímetros de golpear en la cara al mítico demonio tacaño de los cabellos blancos.
Una vez que lo perdí de vista pude pensar en vengarme y cómo la próxima vez esto no vuelva a ocurrir.