"La presión se agalopaba a la frontera sin retorno y no podíamos aguantar más. Era pleno mediodía y el único lugar fiable para hacerlo era un baño rancio cerca del estacionamiento; la verdad, no nos importaba. Con él venia viajando hace 3 meses desde el sur del país y ya nos habíamos topado con situaciones parecidas. No nos vendría mal otra prohibida acción.
Las paredes del baño tenían caca, papeles con viscoso contenido desbordaban el basurero, el piso mojado con orina y el lavamanos atiborrado de vómito y flemas. Todo eso observaba mientras lanzaba mi azul sostén a la única parte seca del piso, justo antes del coito.
- Me voy a cagar, hüeona –dijo el David mientras saltaba sobre él.
- ¿¡Qué hüeá!? –respondí mientras seguíamos en pleno acto.
- ¡Que me voy a cagar! ¡Sálete! –David me empujó, enredándome con los pantalones y cayendo al mojado y amarillo piso. Nos reímos a carcajadas, a pesar de que mi ano estaba a milímetros del contacto con esas putrefactas baldosas. Él hacia sus necesidades en la taza del baño sin tocarla, como levitando, mientras inundaba los dos metros cuadrados que teníamos con su aroma a mierda.
- ¿Pásame el sostén? –dijo con esa cara tan tierna de él, justo antes de darme cuenta que lo usaba para limpiarse el culo. Seguimos haciendo el amor por media hora más hasta que nos fuimos del lugar, dejando el sucio sostén de lado.
Ayer me enteré de que algún imbécil escribió una historia con el sostén que dejamos. Al leerla nos causó mucha gracia, por lo que te lo agradecemos de corazón, ¡Saludos y sigue escribiendo!".
Las paredes del baño tenían caca, papeles con viscoso contenido desbordaban el basurero, el piso mojado con orina y el lavamanos atiborrado de vómito y flemas. Todo eso observaba mientras lanzaba mi azul sostén a la única parte seca del piso, justo antes del coito.
- Me voy a cagar, hüeona –dijo el David mientras saltaba sobre él.
- ¿¡Qué hüeá!? –respondí mientras seguíamos en pleno acto.
- ¡Que me voy a cagar! ¡Sálete! –David me empujó, enredándome con los pantalones y cayendo al mojado y amarillo piso. Nos reímos a carcajadas, a pesar de que mi ano estaba a milímetros del contacto con esas putrefactas baldosas. Él hacia sus necesidades en la taza del baño sin tocarla, como levitando, mientras inundaba los dos metros cuadrados que teníamos con su aroma a mierda.
- ¿Pásame el sostén? –dijo con esa cara tan tierna de él, justo antes de darme cuenta que lo usaba para limpiarse el culo. Seguimos haciendo el amor por media hora más hasta que nos fuimos del lugar, dejando el sucio sostén de lado.
Ayer me enteré de que algún imbécil escribió una historia con el sostén que dejamos. Al leerla nos causó mucha gracia, por lo que te lo agradecemos de corazón, ¡Saludos y sigue escribiendo!".