jueves, 12 de noviembre de 2015

@Micro 55, "En dirección a la nada"

¿Entrada o salida?
- ¿Qué onda esa puerta?– me decía la hermosa mujer que me acompañaba.
- No cacho. Debe haber sido una pifia de diseño, o algo así– la verdad es que no estaba preguntándome sobre esa puerta, sino que contemplaba a la chica todo el rato, como un estúpido zombie que acababa de despertar.

Ya llevábamos allí como media hora, esperando a que abriera el almacén para ir a comprar desayuno. Las nubes tenían un montón de formas, las cuales comentábamos y nos reíamos de las estupideces que se nos ocurrían.
Apenas abrió el almacén, fuimos a comprar. El caballero que atendía siempre había sido amable, por lo que decidí preguntarle sobre el origen de aquella extraña puerta.
- Los demonios niños, los demonios viven allí. Mejor no pregunten y váyanse nomás– eso fue todo lo que nos respondió, por lo que quedamos aun mas extrañados.

Al día siguiente estaba solo, pero igual fui a comprar desayuno. Para mi sorpresa, ella estaba allí, de pie observando la extraña puerta roja.
- Em...¿Holi?– ella no me respondía, sino que pareciera que sus ojos se abrieron mas aún– ¿Qué onda? ¿Que estai' haciendo aquí tan temprano?.
- Esperando que abran el almacén– me respondía mientras se giraba para mirarme a los ojos– ¿Que no íbamos a tomar desayuno?
- Si pero... eso fue ayer. ¿No te acuerdas?– su respuesta gatilló un profundo dolor en mi cabeza me invadió. Me llevé ambas manos a mi cráneo mientras ella aun me observaba. Dentro de la nube de imágenes y dolor que experimentaba, la hermosa mujer escaló hacia la puerta, abriéndola con un leve empujón. A mis espaldas escuchaba al caballero del almacén gritar que no lo hiciéramos, pero ya era demasiado tarde.
No recuerdo nada más. Desperté en mi cama, con ella al lado, sonriendo y diciéndome los buenos días.
- ¿Estai' bien?– me preguntaba con ese tono angelical suyo.
- Eh... si. O sea, tuve un sueño raro.
- ¿Sobre la puerta?– la miré consternado, y ella pareció notarlo– No te preocupis', hüeón. Si esa puerta no llevaba a nada– los ojos de ella ya no eran los mismos, su delicada piel tampoco– De hecho, mira, acompáñame.
A sabiendas de mi destino, la seguí hacia la puerta de mi pieza. Al abrirla, el sol me cegó. La puerta de mi pieza ya no daba al pasillo de mi casa. La puerta roja blindada era la salida a la muerte, a la que ella me envió empujándome por la espalda. La escuché reír por última vez... Me gustaba oírla reír.