- ¡La micro! –grité a mi amiga antes de salir corriendo. ¿Conocen la Ley de Murphy? Pués búsquenla. Entenderá que aquí cometí mi primer error, ignorar esa ley.
Aún no llegaba ni a la esquina cuando el semáforo daba la luz naranja, justo donde doblaba la micro que me llevaría a casa. "¡A la mierda! ¡Demás llego!", pensé mientras recordaba todas esas clases de salto largo y salto triple en la media, esas veces que jugué "Track & Field" en el poli o esos aburridos juegos olímpicos que tuve que ver porque estaba enfermo en la cama.
El salto fue espectacular. Miraba bajo mis pies a niños, mujeres y hombres apresurados, como se quedaban atónitos ante mi magistral performance. Era como si todo ocurriese en cámara lenta... Cómo si todo... Ocurriese... En...
- ¡Llévenlo a urgencias!
- ¡Llamen a la ambulancia!
- ¡Cuidado con la niña!
- ¡El culiao' saltó! ¡Lo vi!
- ¡Déjame pasar, hüéon! ¡Es mi amigo! –la voz de mi amiga fue lo último que escuché antes de perder el conocimiento allí, en plena calle.
Tiempo después, cuando me dieron el alta, le di las gracias por haberme cuidado y llevado al hospital luego del atropello. La otra vez me la encontré, curiosamente, en la misma esquina.
- Aún hay algo que no entiendo, hüeón –ella hizo una pausa, como recordando lo gracioso que fue.– ¿Porqué chucha saltaste si ni cagando llegabai' a la otra esquina?
- Te juro que pensé que llegaba –en verdad me daba vergüenza responderle que fue de puro ahüeonao nomás.
Aún no llegaba ni a la esquina cuando el semáforo daba la luz naranja, justo donde doblaba la micro que me llevaría a casa. "¡A la mierda! ¡Demás llego!", pensé mientras recordaba todas esas clases de salto largo y salto triple en la media, esas veces que jugué "Track & Field" en el poli o esos aburridos juegos olímpicos que tuve que ver porque estaba enfermo en la cama.
El salto fue espectacular. Miraba bajo mis pies a niños, mujeres y hombres apresurados, como se quedaban atónitos ante mi magistral performance. Era como si todo ocurriese en cámara lenta... Cómo si todo... Ocurriese... En...
- ¡Llévenlo a urgencias!
- ¡Llamen a la ambulancia!
- ¡Cuidado con la niña!
- ¡El culiao' saltó! ¡Lo vi!
- ¡Déjame pasar, hüéon! ¡Es mi amigo! –la voz de mi amiga fue lo último que escuché antes de perder el conocimiento allí, en plena calle.
Tiempo después, cuando me dieron el alta, le di las gracias por haberme cuidado y llevado al hospital luego del atropello. La otra vez me la encontré, curiosamente, en la misma esquina.
- Aún hay algo que no entiendo, hüeón –ella hizo una pausa, como recordando lo gracioso que fue.– ¿Porqué chucha saltaste si ni cagando llegabai' a la otra esquina?
- Te juro que pensé que llegaba –en verdad me daba vergüenza responderle que fue de puro ahüeonao nomás.