En algún momento de la noche, saltó a la piscina como si estuviese llena de agua. Para su infortunio, su amigo no quizo llenarla aquel día. Carolina se partió su cabeza y quedó inerte sobre el cerámico de la vacía piscina, después de haberse lanzado un estruendoso piquero sin éxito. ¿Han oído de que en un segundo ves toda tu vida pasar ante tus ojos, justo antes de morir? Pues no, Carolina no escuchó ni vio nada, tan solo se apagó.
Una vez que su cerebro volvió en sí, sentía mucho calor, su estómago contenía cosas que se movían dentro; junto a esto, sabía que se había defecado hace mucho rato, la cara con sangre seca y además, mucha sed. Carolina se incorporó y, desde los metros bajo tierra que estaba, ascendió a la superficie, dejando sus restos detrás.
Miro a su alrededor y vio las tumbas de otros familiares. Por alguna razón, no se sentía impactada ni asustada. Descendió nuevamente a su ataúd, en una extraña forma luminosa. Ya no veía sus brazos o piernas, pero antes de desvanecerse deseo tocar su cara por última vez... su ya podrida y fea cara.
Cuando subió a la superficie, esta ya no era como antes, sino que había vuelto a la piscina donde murió. Desde la orilla de la piscina, sus amigos y conocidos la miraban con espanto.
En un parpadeo, Carolina se encontraba acostada sobre una cama. Le dolía todo y permaneció así largo tiempo hasta que pudo mover el primer músculo, su párpado. El enfermero al observarla le dio la noticia a los demás. Familiares y amigos le hablaban pero ella no lograba comprender nada. Con el último aliento, Carolina dio a entender sus últimas palabras a los demás, las cuáles hasta el día de hoy permanecen en su epitafio: "Nunca mas hachís... nunca mas".
Miro a su alrededor y vio las tumbas de otros familiares. Por alguna razón, no se sentía impactada ni asustada. Descendió nuevamente a su ataúd, en una extraña forma luminosa. Ya no veía sus brazos o piernas, pero antes de desvanecerse deseo tocar su cara por última vez... su ya podrida y fea cara.
Cuando subió a la superficie, esta ya no era como antes, sino que había vuelto a la piscina donde murió. Desde la orilla de la piscina, sus amigos y conocidos la miraban con espanto.
En un parpadeo, Carolina se encontraba acostada sobre una cama. Le dolía todo y permaneció así largo tiempo hasta que pudo mover el primer músculo, su párpado. El enfermero al observarla le dio la noticia a los demás. Familiares y amigos le hablaban pero ella no lograba comprender nada. Con el último aliento, Carolina dio a entender sus últimas palabras a los demás, las cuáles hasta el día de hoy permanecen en su epitafio: "Nunca mas hachís... nunca mas".