- ¿Hagamos su vaquita?– preguntaba José a sus compañeros. Alrededor de las 1pm el calor los aplastaba con toda la fuerza, por lo que era necesario hidratarse. En unos segundos todos aportaron con su cuota de 130 pesos, para que después Daniel entrase a comprar la tan preciada botella de agua.
- ¡Estamos listos, cabros!– exclamó Daniel al salir con la botella y la boleta en mano. En la fila todos estaban sedientos, por lo que hicieron cachipún para decidir quien ponía sus labios por primera vez sobre la virgen boquilla de la botella.
- No se puede tomar en la fila– les decía la coordinadora de turno, con un tono seco y fuerte.
- Aaaah, qué onda, si es agua nomás– respondía José bastante molesto y con una sed enorme.
- No se puede tomar en la fila, son órdenes del local– la posición de la coordinadora era incambiable, por lo que todos se miraron, dejando la botella cerrada sobre la manguera de emergencia sin beber.
El turno siguió como si nada y uno a uno comenzaron a caer. Algunos compañeros se desplomaron sobre la caja, otros camino a la fila; inclusive la misma sed les impedía contar bien sus monedas.
- No se puede tomar en la fila– los esqueletos de los jóvenes empaques solo eran reconocidos por sus pecheras, las que ondeaban por el viento junto con la credencial.
José ya había perdido 10 años de vida, pero seguía empacando a pesar de la adversidad. Daniel con un último esfuerzo pudo saborear las gotas que descendían por el envase de la botella, antes de petrificarse allí mismo en la fila, de pie, como un samurai.
José entonces observó a la coordinadora arrastrarse, llegando a la fila y diciéndole sus últimas palabras: "No... se... puede... tomar... en la... fila...". Su cuerpo quedó inmóvil sobre los sucios cerámicos antes de petrificarse al igual que su compañero. "A la mierda", pensó José para sus adentros y sin importarle las consecuencias, decidió darle un largo sorbo a la ya tibia botella.
- No se puede tomar en la fila... – por alguna razón desconocida, la coordinadora logró ponerse de pie aun estando petrificada, mirando a los ojos de José con rabia e indiferencia.
- Afuera 15 minutos, por no hacer caso...– desde afuera, José recuperaba sus fuerzas mientras bebía toda la botella de agua. Desde allí observaba a todos sus compañeros secos, sin moverse y sin vida, mientras el caos reinaba en el supermercado. "Voy a rotar en todas las cajas jijiji", pensó antes de ingresar triunfalmente a empacar, luego de los 15 minutos.
- ¡Estamos listos, cabros!– exclamó Daniel al salir con la botella y la boleta en mano. En la fila todos estaban sedientos, por lo que hicieron cachipún para decidir quien ponía sus labios por primera vez sobre la virgen boquilla de la botella.
- No se puede tomar en la fila– les decía la coordinadora de turno, con un tono seco y fuerte.
- Aaaah, qué onda, si es agua nomás– respondía José bastante molesto y con una sed enorme.
- No se puede tomar en la fila, son órdenes del local– la posición de la coordinadora era incambiable, por lo que todos se miraron, dejando la botella cerrada sobre la manguera de emergencia sin beber.
El turno siguió como si nada y uno a uno comenzaron a caer. Algunos compañeros se desplomaron sobre la caja, otros camino a la fila; inclusive la misma sed les impedía contar bien sus monedas.
- No se puede tomar en la fila– los esqueletos de los jóvenes empaques solo eran reconocidos por sus pecheras, las que ondeaban por el viento junto con la credencial.
José ya había perdido 10 años de vida, pero seguía empacando a pesar de la adversidad. Daniel con un último esfuerzo pudo saborear las gotas que descendían por el envase de la botella, antes de petrificarse allí mismo en la fila, de pie, como un samurai.
José entonces observó a la coordinadora arrastrarse, llegando a la fila y diciéndole sus últimas palabras: "No... se... puede... tomar... en la... fila...". Su cuerpo quedó inmóvil sobre los sucios cerámicos antes de petrificarse al igual que su compañero. "A la mierda", pensó José para sus adentros y sin importarle las consecuencias, decidió darle un largo sorbo a la ya tibia botella.
- No se puede tomar en la fila... – por alguna razón desconocida, la coordinadora logró ponerse de pie aun estando petrificada, mirando a los ojos de José con rabia e indiferencia.
- Afuera 15 minutos, por no hacer caso...– desde afuera, José recuperaba sus fuerzas mientras bebía toda la botella de agua. Desde allí observaba a todos sus compañeros secos, sin moverse y sin vida, mientras el caos reinaba en el supermercado. "Voy a rotar en todas las cajas jijiji", pensó antes de ingresar triunfalmente a empacar, luego de los 15 minutos.