Mientras el aroma a cigarro invadía la
habitación, la espesa nicotina traía vagos recuerdos a Benjamín, quién miraba
el techo con sus manos en la nuca.
De pronto, del living de su casa comenzó a
sonar, “The Working Hour, de Tears for
Fears”, algo extraño en vista de que él estaba sólo en casa. Se levantó muy
despacio y con los pies descalzos, evitando realizar algún sonido. Al abrir la
puerta de su pieza, luces de todos los colores le cegaban la vista, las que
repletaban toda la sala y el pasillo; no parecían tener un origen y seguían
moviéndose por todos lados, hasta que la vio.
La mujer estaba desnuda en medio de la sala,
con sus palmas abiertas y girando sobre sí misma. Con cada uno de sus giros,
las luces salían disparadas hacia los alrededores, brotando como bellas flores
que caían en primavera, dejando una hermosa estela polvorienta y brillosa
detrás de ellas. Benjamín se acercó a al mujer en un hipnótico trance, atraído
magnéticamente hacia su majestuosa y mágica figura.
- Te puedo concebir un deseo –dijo la mujer casi sin mover sus pequeños
y finos labios. – El que tú quieras… ¡Oye, mierda! ¡Suéltame las tetas! –Benjamín
no pudo contenerse ante la abrumadora belleza de la mujer, quién anhelaba tocar
los perfectos pechos que tenía, ignorando completamente lo que le decía. Como
un mecanismo de defensa, las luces lo tomaron de inmediato por los hombros
hasta levantarlo del suelo, dejándolo de brazos y piernas abiertas, anclado a
la pared.
- Si vuelves a tocarme sin mi permiso, ¡No te concedo nada! –gritó furiosa
la extraña mujer mágica, quién ahora se cubría sus partes privadas con las
luces.
- ¿Puedo pedir lo que sea? –preguntó Benjamín, aún pegado al techo.
- Si –respondió la mujer, volviendo a hablar con una coqueta voz.– Lo
que quieras.
- Deseo poder tocarte todo un día entero.
- Mierda... –murmuró la mujer llevándose la mano a la cara.– Está bien…
Malditos humanos.
Todas las luces se esfumaron y la sala quedó
a oscuras, mientras que la canción terminaba de sonar para dar inicio a la
siguiente: “A night like this, The Cure”.
El aroma a cigarro inundía la habitación,
mientras que el espeso ambiente a nicotina traía vagos recuerdos a Benjamín,
quién miraba el techo con las manos en su nuca, preguntándose que rayos había
pasado. Al voltearse, la mujer de los pechos perfectos estaba allí, tumbada en
su cama, esperando que cumpliera su deseo.