- Oye Andrés... ¡Oye, hüeón! ¡Despierta! –Un conmocionado Javier sacudía por los hombros a su inconsciente amigo, sobre el esponjado suelo. Sobre ellos, el profundo cielo azul iluminaba todo mas allá de la vista. Metros mas allá estaba Nicole, quién se levantaba a duras penas mirando sus manos pegarse a la extraña superficie.
- ¡Aaaaaaah! –gritó su desesperada amiga sin entender nada– ¡Dónde chucha estoy! ¡Ayúdenmeeeee!
- ¡Aaaaaaah! –gritó su desesperada amiga sin entender nada– ¡Dónde chucha estoy! ¡Ayúdenmeeeee!
- ¡Nico, nico! –se apresuró a decir Javier, vigilando cada paso que daba.– Cálmate, cálmate, si estamos bien, el Andrés está ahí igual –le dijo bajando su voz, tratando de tranquilizarla.
- ¡Ay, hüeón! ¡Que pasó! –Nicole rompió en llanto sobre los brazos de Javier, quién no sabía muy bien que hacer, "Lo mismo me pregunto, no tengo idea qué nos pasó".
Pasaron varias horas antes de que Andrés despertara. Los tres amigos estaban sentados en medio de la nada, desconcertados. El cielo azul parecía no variar en absoluto, mientras que el blanco y extenso suelo pareciera no tener fin. Ninguno tenía celular, ni llaves o alguna otra pertenencia, estaban a la deriva sin saber nada, ni mucho menos recordar algo de lo que pasó para que llegasen allí.
De pronto, una potente luz los cegó a los tres, mientras que al frente de ellos una enorme puerta se materializó, donde un ser casi tan alto como la puerta salió de ella, quién tenía un libro enorme y una pluma bajo el brazo. El sujeto llevaba una extraña ropa elegante, de colores jamás vistos por ninguno de los jóvenes. Un monóculo reluciente se lo ajustaba mientras que con su otra mano sacaba un reloj de bolsillo.
- Creo que me atrasé un poco, disculpen la demora –el ser no perdía de vista a los invitados, quién hizo una reverencia antes de seguir hablando.– Me presento, soy el guardián de estas tierras que ustedes allá en... Déjenme ver –abrió su gran libro y colocó el dedo en una página, exclamando con sorpresa.– ¡Tierra! Si, allá en la Tierra le dicen Cielo, ¿no?
De pronto, una potente luz los cegó a los tres, mientras que al frente de ellos una enorme puerta se materializó, donde un ser casi tan alto como la puerta salió de ella, quién tenía un libro enorme y una pluma bajo el brazo. El sujeto llevaba una extraña ropa elegante, de colores jamás vistos por ninguno de los jóvenes. Un monóculo reluciente se lo ajustaba mientras que con su otra mano sacaba un reloj de bolsillo.
- Creo que me atrasé un poco, disculpen la demora –el ser no perdía de vista a los invitados, quién hizo una reverencia antes de seguir hablando.– Me presento, soy el guardián de estas tierras que ustedes allá en... Déjenme ver –abrió su gran libro y colocó el dedo en una página, exclamando con sorpresa.– ¡Tierra! Si, allá en la Tierra le dicen Cielo, ¿no?
- ¿¡Qué!? –Nicole fue la primera en reaccionar, sus amigos aún estaban congelados por la incertidumbre.
- Si si, terrícolas. Veo tantas formas de vida a diario que nunca he podido recordárlos a todos, enserio, mis disculpas.
- ¿¡Estamos muertos!? ¿¡Eso me estai' diciendo, culiao'!?
- ¡Nicole, hüeón! ¡Cállate! –Andrés le tapó la boca mientras forcejeaba para calmarla– No le digai' así ¿no veis' que nos puede matar?
- ¿¡Estamos muertos!? ¿¡Eso me estai' diciendo, culiao'!?
- ¡Nicole, hüeón! ¡Cállate! –Andrés le tapó la boca mientras forcejeaba para calmarla– No le digai' así ¿no veis' que nos puede matar?
- Ya estamos muertos, hüeón –le interrumpió un derrotado Javier, quién se acercó al extraño ser el cuál no parecía entender los insultos chilenos.– Disculpe, entonces, ¿qué ocurre ahora?
- ¿Muertos? Ustedes no están muertos, están en lo que llaman... –el ser volvió a abrir su libro, fijando su dedo nuevamente en otra página.– ¡Limbo! Si si, creo que así le dicen.
- Limbo... ¿Nos quedaremos aquí para siempre entonces? –Andrés aun sujetaba a su amiga, quién estaba en shock.
- No, para nada. Eso depende completamente de ustedes. Miren, detrás de esta puerta hay una salida o una entrada –al decirlo, la puerta se abrió nuevamente pero sin luz, al contrario, una negra oscuridad yacía allí.– En este momento están todos en el...– Antes de que abriera su libro nuevamente, Javier le interrumpió.
- Hospital, si, lo entiendo. Estamos en coma o algo así, ¿no?
- ¿Hospital?... Bueno...
- Ya, entonces si entramos por la puerta...
- Entran al cielo, al infierno, se quedan aquí ó vuelven allá. Pero, como les dije, depende enteramente de ustedes.
- Espera –dijo Nicole, volviendo en sí.– ¿Entonces este suelo tan blandito son nubes?
- Este lugar se ha creado en base a sus expectativas terrícolas que tienen sobre el que llaman "mas allá". Una inteligencia superior a cualquier de nosotros recrea este medio para que estén lo mas tranquilos posibles, sea la forma de vida que sea.
- Me huele a pura mierda –dijo Andrés, quién se acercó aún mas al extraño ser.– ¿Y quién está a cargo de esto?
- Tu mami –respondió el ser, quién seguía mirándolos sin parpadear.
Antes de que siquiera pudieran entender que significaba esa respuesta, todo se oscureció. Un último grito ahogado se escuchó de los tres jóvenes y sus conciencias entraron en suspensión, en medio del limbo en el que estaban. Javier fue el primero en despertar.
- Mierda, hüeón... –su cabeza le dolía horriblemente, la boca seca al igual que su lengua, el cuerpo molido y con mucho frío. Javier tenia una resaca horrible y el pasto mojado sobre el cuál tendió su saco de dormir no lo beneficiaba para nada. La fogata ya estaba apagada, en la cual el sol comenzaba proyectar sus primeros rayos matutinos. Alrededor de ella estaban acostados Andrés y Nicole, también dentro de sus sacos, gruñendo antes de despertar. A la hora del desayuno nadie habló; todos se fueron sin decir una sola palabra.
- Me huele a pura mierda –dijo Andrés, quién se acercó aún mas al extraño ser.– ¿Y quién está a cargo de esto?
- Tu mami –respondió el ser, quién seguía mirándolos sin parpadear.
Antes de que siquiera pudieran entender que significaba esa respuesta, todo se oscureció. Un último grito ahogado se escuchó de los tres jóvenes y sus conciencias entraron en suspensión, en medio del limbo en el que estaban. Javier fue el primero en despertar.
- Mierda, hüeón... –su cabeza le dolía horriblemente, la boca seca al igual que su lengua, el cuerpo molido y con mucho frío. Javier tenia una resaca horrible y el pasto mojado sobre el cuál tendió su saco de dormir no lo beneficiaba para nada. La fogata ya estaba apagada, en la cual el sol comenzaba proyectar sus primeros rayos matutinos. Alrededor de ella estaban acostados Andrés y Nicole, también dentro de sus sacos, gruñendo antes de despertar. A la hora del desayuno nadie habló; todos se fueron sin decir una sola palabra.