Desde la ventana del vehículo de la pega, veo a plena luz del día a un hombre tumbado en el suelo, bajo un árbol, al lado de su bicicleta, tomando un vino en caja.
El semáforo da luz verde y continuamos el recorrido. Lo pierdo de vista cuando vuelve a darle otro largo sorbo al tetrapack.
La envidia me consume, como un nefasto conjuro.