Curiosa sensación es la de estar resfriado, por no decir una mierda. Los músculos se atrofian. La guata se llena de agua. Los medicamentos naturales o no, te emboban. Todo con tal de hacer la estancia un poco más cómoda. Pero la verdad es que no hay cura contra la flojera y el embotamiento inevitable de los sentidos. A la larga, te llenas de promesas así como de sueños con tal de decir, sí lo haré, pero la verdad es que no puedes hacer nada. Ni siquiera se te para ante los mensajes de quién no puedes siquiera besar o abrazar. No tenemos más que quejarnos, rezongar, murmurar insultos contra la pared, el techo, el gato. Pierdes noción del tiempo, en que estás mirando por la ventana y el viento con la lluvia se transforma en calor y sudor. Ves otra ventana distinta y te pierdes en fechas antiguas. Una canción que ya no escuchabas vuelve a sonar. Destapas una cerveza. Ni siquiera resfriado podría contaminarla con limón. ¿Por qué la gente hace eso?
Un tapsin caliente noche me mira. Pero yo no a él. Sé que me lo tomaré igual, pero los maullidos del gato por querer la libertad me despertarán de igual manera. Ni siquiera la música es capaz de animarme. Quizá la solución sea el café, el trasnochar. Pero soy pésimo para dormir siestas. Muy bueno para tener el sueño liviano. Lo odio. Me gustaría ser como esos que duermen y roncan sin importar qué pase a su alrededor. ¿Se habrán hecho los dormidos alguna vez? Las notificaciones del celular llegan pero las ignoro. No hay deseos de nada. El libro que quiero y debo leer me sigue mirando. No puedo concentrarme así. Por un instante, la música me hace tararear unas cuantas estrofas. Hasta ahí llega mi energía. Sólo 29 días para que se acabe este año de mierda. Tres cumpleaños importantes antes del final. Pienso en pegarme en la pera el último día. Pienso que la pandemia tendrá un rebrote gigantesco. Ya me veo solo en algún peladero viendo las estrellas, sintiendo el impacto de los fuegos. Me encantaría, pero me aterra la idea de estar solo. Me veo en la obligación de acompañar a mi madre en esa fecha, de compartir en familia. Anhelo la soledad otra vez. Pero sin plata, no baila el humano, dicen. La pega, otra más. Mi integridad física por las lucas. Bueno, es el camino que elegí. Sino, sería mi integridad mental por las lucas; mucho peor.
El otro año será mejor. El otro año será mejor. El otro año será mejor. Como un tatuaje que no puedo quitarme de la cabeza ni aunque quiera. Desde el borde del profundo y verde mar, las preguntas y los sueños se despedazan. Todo lo que quiero está en mis manos, en mi decisión. Desaparecer. La existencia duele. Pero queda tanto por hacer. Es la eterna encrucijada que solo aparece en estas circunstancias. Tengo un flash forward del funeral de mi madre. Tengo un flash forward de estar sentado en la camilla. Tengo un flashback de otra camilla, de otro funeral. Sostengo a mi perro frío y tieso, antes de taparlo con tierra. Años después, sostengo a otro igual. La cal impide que la fetidez de la muerte llegue a nuestras fosas nasales. Veo sus caras por última vez. Lagrimales secos. Ah, sí, el resfriado. Sigue acá, claro. Un basurero lleno de papeles con mocos. Un cenicero lleno de tapas de cerveza y vino. Agua fresca que no bebo. Audífonos nuevos que no uso. Una billetera que sé que perderé. El alcohol gel recordándome la actualidad. La música sonando. La ventana abierta colando al diablo tras de mí.
El gato duerme, pronto despertará. Me tendré que abrigar para que salga a mear o cagar. No lo hará. Recuerdo el sueño de la noche anterior, pero me fuerzo a olvidarlo; no será escrito aquí. Me gustaría juntarme con muchos amigos y amigas, pero muchos me ignoran. Supongo que así es, siempre será así. El destino que eliges no cambia. Tengo un último flash forward. Me miro en un espejo y este se quiebra. Sangre por todas partes. O ninguna gota ni nadie que reflejar. Podría ser cualquiera. Solo, dejado, acabado. Algunos me han sugerido ingenuamente que vaya al psicólogo. Que me medique. No saben que estudié esa carrera para justamente no tener que hacerlo. Le piden consejos a un ignorante. Siempre hablo la mitad de lo que sé. Las personas se incomodan cuando le das una dosis de sinceridad. Se asustan cuando abres tu corazón. ¿Por qué pagarle a alguien para que me ayude? Respira. Mantiene el aire. Exhala. Repite tres veces. Cada bocanada e inhalada hasta el final. Pulmones llenos. Exhala lentamente. No sirve. Nariz tapada. Mocos cayéndose. Se acaban los pañuelos. La toalla nova te hace pedazos la nariz. Está bien, no importa, puedo contener el dolor y encapsularlo, usarlo para mi beneficio. Estoy lleno de heridas, de esas que no se ven.
Tu opinión me la bebo con dos hielos y pisco la serena: arde la garganta, pero no pasa de eso. Si me importara, no estaría escribiendo esto. Estaría aun peor, te lo aseguro. Me prometiste que el final sería claro, pero así no es. Acuchíllame en la oscuridad, déjame reaparecer en mí. Me canso de todo, de todos. Lo confirmo cuando voy al centro de la ciudad. Las filas por doquier. Gente idiota fumando con la mascarilla bajo su mentón como un pañal. Me dan ganas de golpearlos, pero soy igual de inconsecuente o más, que ellos. Me quiero alimentar de las mentiras de los demás. Respirar fuego. Contenerme las ganas de llorar, de gritar. Al borde del viento lo hago, me desahogo. Podría contar con los dedos las veces que he sido contenido en esos momentos más lúgubres de mi corazón. Temo por todos. Esta vez no es solamente por la muerte. La perpetuidad del dolor, del cansancio. Matando el tiempo en una era donde lo menos que hay es comunidad, amor, ternura, pasión.
Respiramos la muerte cada día. Cada frase, acción, escena no hace más que cultivar mis deseos de perderme en la abismante realidad. Quizá no sea imposible que me hagan cambiar de parecer, pero no veo cómo. He consolidado una personalidad hecha de metal, cables y carne. Me siento solo en un mundo en que no lo estoy. En que parece que si existe gente a la que verdad importo. Gente que sé que estará cuando ya no esté. Heredero o herederos de un legado que no vale ni un peso. El fútil paso de las fotos que en cien años más serán polvo. Temor a no ser recordado como nada ni nadie. Temor a ser un esclavo del cartón que jamás quise sacar. Los prejuicios, las dobles lecturas, las caras, los cuestionamientos. Por las noches me tiro el cabello y me lo arranco. Los dedos marcan letras pero en mi mente solo hay oscuridad, no de la mala ni la depresiva, más bien un enmarañado de porquerías innecesarias. Soy el mejor/peor crítico de mí mismo. Vivir es mucho más simple cuando eres pequeño, cuando solo te debes preocupar de limpiar bien el culo. De sonreír, de cuidar tu mochila, de sacar las notas, salir del colegio. Aparentar estar bien. Aparentar, aparentar, aparentar. Abrir la boca ante una inesperada lluvia. La brisa nocturna rozándote la cara. Un sencillo orgasmo bajo los árboles. No es tan fácil ahora. Estamos amarrados de manos, bajo paredes, bajo modelos repetidos de casas. Viviendo lo que quieren que vivamos. La única verdadera libertad está en la muerte; no hay más. Esta es la única solución a olvidar el malestar del resfriado y los dolores que implican.
Sé que el siguiente café me hará daño. Mi estómago no lo soportará; ya no soporta nada. La edad y el tiempo hacen inservible el cuerpo. Es un milagro que se me ponga dura aún. Ser inservible, ser despreciado, ser rechazado. Una gran pena eterna. Una gran alegría pasajera. La literatura me salvó, pero también creó una profunda obstinación. Cada segundo que pasa me acerca más al final; la silenciosa enfermedad. Ya no me importa la pandemia, ya no me importa la corrupta política de este país envenenado, ya no me importan las marchas contra unos bastardos protegidos por la ley creada por otros bastardos aún peores, ya no me importa la lucha insignificante que no cambiará nada, ya no me importa el vivir, ya no me importa el morir, ya no me importa la canción que cantaba con pasión. No me importa nada. Pero lo haré, de igual forma, como todos. Asintiendo, obedeciendo, pagando, sufriendo, despertando, sacrificando. No hay nada más. No hay otra manera, no hay más formas de obtener el placer que nos hace movernos. La abismante realidad, la abismante realidad, la abismante realidad.
Mientras más crecemos, más viejos nos volvemos. Mientras más sabemos, menos demostramos.