Todos habían notado algo raro en el comportamiento
de Jesús desde que llegó al trabajo. Siempre era puntual y tenía una facha
impecable, pero esa mañana se veía demacrado y preocupado. Al salir de la
reunión matutina, tomó a Rodrigo por el brazo y se sinceró con él, fumando un
tembloroso cigarro siendo que él jamás fuma.
- No
sé qué es lo que pasó, Rodrigo –dijo
mirando hacia la nada.– Ya no podía ver nada como antes. Mi vista se empezó a
nublar desde que salí de la ducha. Empecé a secretar un extraño líquido por mis
ojos… ¡No dejaba de salir!
- Oye, espera –respondió Rodrigo, dejando caer su mirada
en sus ojos, los que no se veían para nada mal.– ¿Te tomaste algún remedio o…
- ¡Nada!
–exclamó volvía a tomar por el brazo a Rodrigo, esta vez apretando más de la
cuenta.– Se me empezó a pasar cuando me mire al espejo. Vi como las secreciones
volvían a mis ojos solas, como retrocediendo en el tiempo… ¡Lo juro! No podía
creerlo y me refregué los ojos pensando en que era producto del sueño, pero no.
¡Los colores de siempre ya no los veo! ¡Veo otras cosas!
- Mmh… –Rodrigo
hizo una pausa mientras le quitaba el cigarro de sus manos, el que estaba con
casi la mitad hecho cenizas.– Entonces, ¿ya no estás viendo en el espectro
visual humano? ¿Eso me quieres decir?
- ¡Si!
–gritó Jesús, formando una sonrisa en su cara.– Veo colores que jamás había
visto… Cosas que… No deberían estar allí… Los colores son desconocidos para mí,
no te los podría ni siquiera explicar… Son maravillosos, pero no entiendo por
qué ni cómo… ¡Oh, gracias por el café! Mira, ¡si hasta el café ya no lo veo
café! Por la mierda…
El sollozo de Jesús se vio apaciguado por el
humeante café de su compañero de trabajo, quién siguió oyendo hasta que el
joven hombre de 23 años se desplomó en el suelo frente a él. Rodrigo sacó el walkie talkie del trabajo y avisó a
control: “Experimento exitoso. Vengan a
retirarlo. Patio central”.