En la infancia de McGregor todo fluía como una montaña rusa. Los problemas familiares hicieron que a muy corta edad dejara su hogar, teniendo que arrendar casas o piezas con un montón de compañeras drogadictas; ser un nómade en los tiempos actuales, ese fue siempre su mejor trabajo.
Cuando aún no se ganaba el concurso que le permitió vivir en la quebrada, McGregor era un aficionado a la jarana, las mujeres y los autos. Siempre que podía andar en sus jeep lo hacía, y para mi suerte, justo aquella noche necesitaba un aventón a casa.
Cuando aún no se ganaba el concurso que le permitió vivir en la quebrada, McGregor era un aficionado a la jarana, las mujeres y los autos. Siempre que podía andar en sus jeep lo hacía, y para mi suerte, justo aquella noche necesitaba un aventón a casa.
- ¡Buena, hüeón!– Elliot saludó a Mcgregor con un fuerte apretón de manos, mientras él no perdía la vista de la oscura calle– ¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido?– Cuidó de no golpearse la cabeza con el techo del jeep. Aun mantenía ese extraño hedor a combustible, cenizas y cerveza añeja, mientras que el asiento del copiloto se tambaleaba como si fuera a desprenderse en cualquier momento.
- Justo te encontré, hermano. Necesitaba hacerte una consulta– El aliento de McGregor le hizo recordar una cosa: él estaba casi tan borracho como él, ¿cómo podía seguir conduciendo así?
- Dime nomas', loco. ¿Qué onda?
- Si te dijera que... me ayudaras a quemar una casa, con todos adentro, ¿lo harías?– Parecia que fuera una de las típicas bromas por las que recordaba a McGregor, pero esta vez era distinto.
- Me imagino que no puedo saber el porqué de esto, ¿cierto?
- Sipo', no podis' saber nada– Hizo una larga pausa antes de responderle, tratando de analizar lo mas posible su propuesta dado el estado en el que se encontraban– ¿Me apañai'?
- Si, bueno... Si hüeón, yo creo que demás.
- Vale Elliot, legal. ¿En esa esquina te dejo?– Jamás se percató de que McGregor iba a exceso de velocidad, llegando en menos de 5 minutos a su casa.
- ¡Si amiguito! ¡Vale, hüeón!
- ¡Cuando querai' nomás! ¿Todavía vives allá arriba?– McGregor agachó su cabeza por el parabrisas para observar la enorme torre de alta tensión. La espesa niebla de la madrugada tapaba justo el improvisado hogar de Elliot.
- Si... aún... ¡Chao hermano, vale!
Fué la última vez que vió a su amigo antes de saber que ahora vivía allá abajo, en la quebrada. Dicen que anda matando gente con una escopeta, pero la verdad es que Elliot no les cree nada.