lunes, 4 de abril de 2016

@Micro 83, "Nacimiento"

- ¿Y usted era... muy cercano al difunto?– Preguntaba un inquieto O'Connell mientras manejaba el coche fúnebre, en dirección al cementerio. Nunca habia realizado un recorrido pasada la medianoche, ni mucho menos con un solo asistente, el copiloto.
La mirada perdida de su acompañante no lo tranquilizaba, quién no tenía intenciones de responder.
- Em...– Para romper el ya incómodo silencio, O'Connell hizo una pausa antes de pensar en lo próximo que le diría– ¿No sabe usted si él tenia... mas parientes?
- Ya llegamos– El tipo levantó el dedo en dirección a una casona abandonada, metros mas allá. O'Connell conocía este camino. Era donde asesinaron a su madre. ¿Sería posible que estuviera cara a cara con el asesino que tanto había buscado? ¿O una mera coincidencia?
- Si– El tipo sacó un habano de su negra chaqueta, encendiéndolo– Yo era muy cercano a él. Y no, no tiene mas parientes aparte de mi– Expulsó una gran bocanada de humo antes de decirle que estacionara.
El corazón de O'Connell latía rápido y fuerte, temiendo hasta que el mismo sujeto escuchara su nerviosismo. Con su pulso temblando, se dirigió a la parte de atrás para sacar el ataúd. "Este hüeón vino a terminar la pega, ahora me va a matar a mi", pensaba mientras el sujeto con sus lentes de sol ya estaba allí, esperando.
- ¿Me ayuda a...
- Sácalo tu– Le interrumpió el sujeto con el puro en la boca– No debe pesar tanto si aun no tiene a nadie dentro.
- ¿¡Qué!?– O'Connell abrió el ataúd para encontrarse con el esponjado y blanco fondo, sin nadie allí. Su cara palideció y su pesadilla se hizo realidad– Ahora me venis' a matar a mi, ¿cierto, conchadetumadre? ¡Me queris' matar a mi, hijo de perra! ¿¡Eso es lo que quieres?!
Óscar volvió en si demasiado tarde. El cráneo del sujeto estaba partido a la mitad como si fuera una manzana. Su cara era irreconocible producto de los golpes y el descontrolado frenesí asesino que lo invadió, mismo frenesí con el que asesinó a su madre años atrás.
De rodillas sobre el charco de tierra y sangre, O'Connell no pudo mas que exclamar un sonoro grito a la nada. Un grito de impotencia, rabia y odio contra sí mismo por no controlar su horrible ira.
- Tranquilo, O'Connell– Su llanto se cortó al sentir una mano posarse en su hombro; la mano de su gran amigo Baxter– Ya estamos aquí.
- ¡Baxter!– Exclamó con alegría O'Connell, limpiando las lágrimas de sus ojos. Abrazó con fuerza a su amigo, quien no veía hace años– ¿¡Entonces también está...
- Si amigo– Quién estaba agachado a un costado del cadáver era Elliot, quién recojía el habano aun encendido del fallecido– Harto rato sin vernos.
- ¡Hüeón! ¡Qué bacán que estén acá!– O'Connell observó el destrozado cuerpo de la persona, el cuál parecía aun expulsar burbujas y gruñidos– Disculpen, de verda' cabros... Me cuesta tanto controlarme aún...
- O'Connell, te dije que te calmaras– Baxter colocó ambas manos en la cabeza de su amigo, mirándolo directo a los ojos– Los tiempos han cambiado, ya no vivimos en la villa. Es la época y el momento, ¡nuestro momento!
- El Baxter tiene razón... Puta la hüeá mala– Elliot apagó el puro sobre la cabeza del muerto, sin darle importancia– Es nuestro tiempo de brillar. ¿A quién buscamos ahora? ¿A la Bonnie?
- ¡Bonnie! ¿¡Sigue viva?!– Preguntaba un sorprendido O'Connell.
- Si amigo, vamos por Bonnie y McGregor. Ya después veremos como empezar.

Los tres amigos abordaron el coche fúnebre, mientras que un emocionado O'Connell estaba detrás, junto a los restos del misterioso copiloto. Se mordía las uñas mientras pensaba en el tétrico e incierto futuro que se aproximaba para ellos y para los demás que se interpusieran en su camino.