La noche se había vuelto fría y oscura. La naranja y ténue luz de los
postes no hacia mas que ocultar a los malhechores, quiénes estaban
dispuestos a lo que sea con tal de conseguir los estupefacientes para el
carrete. Tres de estos inadaptados vieron a una pareja que se acercaba a
la esquina donde se encontraban; estos serian los asaltados de la
noche. Cuando estos pasaron al lado de ellos, no tardaron en hacerse
notar para lograr el atraco.
- ¡Presta los cachetes!
- ¡Tai' maomeno si!
- Sigan noma' cabros– Les susurraba el líder del grupo– así cuando se enojen le sacamos la chucha entre los tres.
La pareja de la mujer se detuvo al instante, se dió media vuelta y los miró a los ojos con una furia borracha, como si sus pupilas lloraran pisco capel; era Ignacio Pradera.
- ¡Chucha!– El líder de la pandilla dio un paso al frente, haciendo el gesto a sus amigos de que se callaran– ¡Ignacio Pradera! ¡Tranquilo, hermanito!
- ¿¡Tranquilo, tranquilo!? ¿¡Qué tranquilo!?– El desmedido golpe hizo que rodara la cabeza del delincuente metros mas allá, donde estaban los juegos para hacer ejercicio de la plaza.
El cuerpo del delincuente, digno de un samurai, seguía de pie mientras la sangre brotaba por el cuello. Sus amigos estaban paralizados, temiendo lo peor.
- ¡Vayan a acostarse, cabros culiaos!– Vociferaba Ignacio Pradera, mientras que corrían lo mas lejos hacia los suburbios de la ciudad. Desde aquella noche decidieron no asaltar más ni mucho menos, entrometerse en el camino de Ignacio "Inestable" Pradera, apodo que comenzó a conocerse en la temida Villa.
- ¡Presta los cachetes!
- ¡Tai' maomeno si!
- Sigan noma' cabros– Les susurraba el líder del grupo– así cuando se enojen le sacamos la chucha entre los tres.
La pareja de la mujer se detuvo al instante, se dió media vuelta y los miró a los ojos con una furia borracha, como si sus pupilas lloraran pisco capel; era Ignacio Pradera.
- ¡Chucha!– El líder de la pandilla dio un paso al frente, haciendo el gesto a sus amigos de que se callaran– ¡Ignacio Pradera! ¡Tranquilo, hermanito!
- ¿¡Tranquilo, tranquilo!? ¿¡Qué tranquilo!?– El desmedido golpe hizo que rodara la cabeza del delincuente metros mas allá, donde estaban los juegos para hacer ejercicio de la plaza.
El cuerpo del delincuente, digno de un samurai, seguía de pie mientras la sangre brotaba por el cuello. Sus amigos estaban paralizados, temiendo lo peor.
- ¡Vayan a acostarse, cabros culiaos!– Vociferaba Ignacio Pradera, mientras que corrían lo mas lejos hacia los suburbios de la ciudad. Desde aquella noche decidieron no asaltar más ni mucho menos, entrometerse en el camino de Ignacio "Inestable" Pradera, apodo que comenzó a conocerse en la temida Villa.