lunes, 30 de mayo de 2016

@Micro 89, "Kuky"

Todos a nuestro alrededor estaban con los ojos desorbitados, saltando y gritando por la banda que estaba tocando en el escenario. La polera me la había manchado con copete y ni siquiera había sido yo; algún idiota estaba rociando todas las latas que pillaba a medio tomar.
Cuando pude ver quién era me acerqué de inmediato por detrás, el alcohol se me había subido a la cabeza y no tenía intenciones de detenerme. Pasé entre un montón de gente hasta que me di cuenta: era una mujer.
- ¡Kuky!– Le grité tocándole el hombro.
- ¡¿Qué hüeá?!– La Kuky tenía la mirada desorbitada, las pupilas dilatadas y la cara con un evidente bronceado de cantina– ¡Buena, Elliot!
- ¡¿Tu estai' tirando cerveza?!– Le dije mientras se formaba un peligroso mocheo en medio de la cancha. Los empujones nos sacaron de inmediato de allí, mientras veía que de algún lugar la Kuky extrajo una enorme botella de Vodka.
- No quiero mas chela, loco. ¡¿Acompáñame a mear?!– La multitud estaba enardecida. Algunas palmeras comenzaron a incendiarse, otros idiotas lanzaron cosas al escenario y la gente estaba gritando. Todos corrían hacia el escenario, ignorando completamente mi ridícula forma de cubrir a la Kuky. Sosteniendo la botella de vodka con mi mano, la Kuky se afirmaba de mi correa para poder inclinarse y vaciar su vejiga.
Quizá era por el copete, pero sentía como si fuese un apocalipsis zombie; como si la Kuky y yo eramos los últimos sobrevivientes y debía protegerla porque ella tenía la cura: la tibia botella de Vodka Eristoff. La orina era tanta, que gracias a la maldita gravedad esta comenzó a mojar mis zapatillas.
- ¿¡Terminaste!?– Le gritaba a la Kuky mientras mas y mas gente iba corriendo hacia allá.
- Espera, es que... Me voy a dar vuelta el calzón. Parece que lo manché, hüeón
– No supe como reaccionar a eso, por lo que tan solo apreté la botella con mas fuerza y decisión que nunca– Listo, amigo, ¡corramos, hüeón!

lunes, 9 de mayo de 2016

@Micro 87, "Pradera"

La noche se había vuelto fría y oscura. La naranja y ténue luz de los postes no hacia mas que ocultar a los malhechores, quiénes estaban dispuestos a lo que sea con tal de conseguir los estupefacientes para el carrete. Tres de estos inadaptados vieron a una pareja que se acercaba a la esquina donde se encontraban; estos serian los asaltados de la noche. Cuando estos pasaron al lado de ellos, no tardaron en hacerse notar para lograr el atraco.
- ¡Presta los cachetes!
- ¡Tai' maomeno si!
- Sigan noma' cabros– Les susurraba el líder del grupo– así cuando se enojen le sacamos la chucha entre los tres.
La pareja de la mujer se detuvo al instante, se dió media vuelta y los miró a los ojos con una furia borracha, como si sus pupilas lloraran pisco capel; era Ignacio Pradera.
- ¡Chucha!– El líder de la pandilla dio un paso al frente, haciendo el gesto a sus amigos de que se callaran– ¡Ignacio Pradera! ¡Tranquilo, hermanito!
- ¿¡Tranquilo, tranquilo!? ¿¡Qué tranquilo!?– El desmedido golpe hizo que rodara la cabeza del delincuente metros mas allá, donde estaban los juegos para hacer ejercicio de la plaza.
El cuerpo del delincuente, digno de un samurai, seguía de pie mientras la sangre brotaba por el cuello. Sus amigos estaban paralizados, temiendo lo peor.
- ¡Vayan a acostarse, cabros culiaos!– Vociferaba Ignacio Pradera, mientras que corrían lo mas lejos hacia los suburbios de la ciudad. Desde aquella noche decidieron no asaltar más ni mucho menos, entrometerse en el camino de Ignacio "Inestable" Pradera, apodo que comenzó a conocerse en la temida Villa.