viernes, 22 de abril de 2016

@Micro 86, "Pregunta"

Cuando subí al segundo piso de la capilla me encontré con un montón de artilugios cubiertos de polvo, tapados con sábanas blancas y algunos mas despreocupados, tan solo botados allí sin ningún orden. Cada pisada sobre el ruidoso piso de madera, soltaba el polvo que me obligaba a cubrir la cara para no estornudar. En el medio de ello, una escalera estaba apoyada en el techo, la que daba hacia el entretecho de la iglesia, justo donde se encontraba la campana.
Mientras afuera la gente estaba congregada fumando uno que otro cigarro, yo estaba decidido a quebrar la tranquilidad que allí reinaba. Mis manos me picaban por hacer sonar la condenada campana, la cuál no parecía haberse tocado en años. Ninguna luz existía allí, salvo la que entraba por una de las rendijas de la ventana, la luz del único poste de la esquina de la capilla.
Pensé que esta era la mía, que podría ser la única oportunidad de lograr el cometido, de romper los estatutos, de generar el ruido necesario para concretar el objetivo final.
Como si fuese algo muy cotidiano de hacer, me escupí las manos con un rotundo poyo sacado de lo mas profundo de mis entrañas, el cual froté con mis palmas para obtener la fricción necesaria para no rompérmelas y hacer sonar la condenada campana.
Las desiertas calles se vieron inundadas con el característico sonido de la capilla,
las cabezas de los asistentes voltearon de inmediato hacia la cúpula, apuntando hacia la ventana que se abría y el idiota que se asomaba con una clara sonrisa de oreja a oreja; las manos alzadas pidiendo su atención y lanzando la gran interrogante: "Cabros, ¿¡Quién tiene mano?!".

lunes, 11 de abril de 2016

@Micro 85, "MSN" *

- ¿Aló?
- ¿Aló? Buenas tardes, ¿hablo con el titular de la línea?
- Eeh... Si, soy yo señorita, dígame.
- Buenas tardes, caballero. Estamos llamando de Movistar Chile. Mi nombre es Patricia y tenia una consulta que hacerle, ¿Usted tiene mesinyer?
- ¿Mesinyer?
- Si, para agregarte.
- Eeh... yapo' –sólo cuando apareció la notificación avisando que me agregaron al MSN, me di cuenta de que era cierto. ¡Me habían llamado pa' pedirme el msn! ¡Una antigua forma de comunicarse usada por los cavernícolas como yo! Era como un wasap pero que se instalaba solo en los computadores.
Pero eso era lo raro, una ejecutiva de Movistar me pidió el msn para hacer qué, ¿Jotearme? 
La respuesta quedó aclarada cuando me envió webcam de inmediato, la cual acepté mientras dicha mujer se mostraba en el trabajo; en el centro de llamados donde se veían los hombros de otras operadoras al costado de ella, trabajando... Se supone.
Pasados los minutos me tragué todas las dudas y las razones del porqué lo hizo; tan sólo me hice el hüeón mientras veía que bajaba la cámara, enfocando sus pechos, abriendo el escote un poco y mostrando la línea que las separan, preguntándome si me gustaba.
Entenderán que, para aquel entonces, cuando yo tenia 16 años, esa fue una tarde muy divertida. Aunque claro, a veces es preferible pensar de que debajo de esa falda no había un pene colgando... De verdad espero que no y así seguiré creyéndolo.
¡Gracias Vomistar!

jueves, 7 de abril de 2016

@Micro 84, "Flashback"

En la infancia de McGregor todo fluía como una montaña rusa. Los problemas familiares hicieron que a muy corta edad dejara su hogar, teniendo que arrendar casas o piezas con un montón de compañeras drogadictas; ser un nómade en los tiempos actuales, ese fue siempre su mejor trabajo.
Cuando aún no se ganaba el concurso que le permitió vivir en la quebrada, McGregor era un aficionado a la jarana, las mujeres y los autos. Siempre que podía andar en sus jeep lo hacía, y para mi suerte, justo aquella noche necesitaba un aventón a casa.
- ¡Buena, hüeón!– Elliot saludó a Mcgregor con un fuerte apretón de manos, mientras él no perdía la vista de la oscura calle– ¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido?– Cuidó de no golpearse la cabeza con el techo del jeep. Aun mantenía ese extraño hedor a combustible, cenizas y cerveza añeja, mientras que el asiento del copiloto se tambaleaba como si fuera a desprenderse en cualquier momento.
- Justo te encontré, hermano. Necesitaba hacerte una consulta– El aliento de McGregor le hizo recordar una cosa: él estaba casi tan borracho como él, ¿cómo podía seguir conduciendo así?
- Dime nomas', loco. ¿Qué onda?
- Si te dijera que... me ayudaras a quemar una casa, con todos adentro, ¿lo harías?– Parecia que fuera una de las típicas bromas por las que recordaba a McGregor, pero esta vez era distinto.
- Me imagino que no puedo saber el porqué de esto, ¿cierto?
- Sipo', no podis' saber nada– Hizo una larga pausa antes de responderle, tratando de analizar lo mas posible su propuesta dado el estado en el que se encontraban– ¿Me apañai'?
- Si, bueno... Si hüeón, yo creo que demás.
- Vale Elliot, legal. ¿En esa esquina te dejo?– Jamás se percató de que McGregor iba a exceso de velocidad, llegando en menos de 5 minutos a su casa.
- ¡Si amiguito! ¡Vale, hüeón!
- ¡Cuando querai' nomás! ¿Todavía vives allá arriba?– McGregor agachó su cabeza por el parabrisas para observar la enorme torre de alta tensión. La espesa niebla de la madrugada tapaba justo el improvisado hogar de Elliot.
- Si... aún... ¡Chao hermano, vale!
Fué la última vez que vió a su amigo antes de saber que ahora vivía allá abajo, en la quebrada. Dicen que anda matando gente con una escopeta, pero la verdad es que Elliot no les cree nada.

lunes, 4 de abril de 2016

@Micro 83, "Nacimiento"

- ¿Y usted era... muy cercano al difunto?– Preguntaba un inquieto O'Connell mientras manejaba el coche fúnebre, en dirección al cementerio. Nunca habia realizado un recorrido pasada la medianoche, ni mucho menos con un solo asistente, el copiloto.
La mirada perdida de su acompañante no lo tranquilizaba, quién no tenía intenciones de responder.
- Em...– Para romper el ya incómodo silencio, O'Connell hizo una pausa antes de pensar en lo próximo que le diría– ¿No sabe usted si él tenia... mas parientes?
- Ya llegamos– El tipo levantó el dedo en dirección a una casona abandonada, metros mas allá. O'Connell conocía este camino. Era donde asesinaron a su madre. ¿Sería posible que estuviera cara a cara con el asesino que tanto había buscado? ¿O una mera coincidencia?
- Si– El tipo sacó un habano de su negra chaqueta, encendiéndolo– Yo era muy cercano a él. Y no, no tiene mas parientes aparte de mi– Expulsó una gran bocanada de humo antes de decirle que estacionara.
El corazón de O'Connell latía rápido y fuerte, temiendo hasta que el mismo sujeto escuchara su nerviosismo. Con su pulso temblando, se dirigió a la parte de atrás para sacar el ataúd. "Este hüeón vino a terminar la pega, ahora me va a matar a mi", pensaba mientras el sujeto con sus lentes de sol ya estaba allí, esperando.
- ¿Me ayuda a...
- Sácalo tu– Le interrumpió el sujeto con el puro en la boca– No debe pesar tanto si aun no tiene a nadie dentro.
- ¿¡Qué!?– O'Connell abrió el ataúd para encontrarse con el esponjado y blanco fondo, sin nadie allí. Su cara palideció y su pesadilla se hizo realidad– Ahora me venis' a matar a mi, ¿cierto, conchadetumadre? ¡Me queris' matar a mi, hijo de perra! ¿¡Eso es lo que quieres?!
Óscar volvió en si demasiado tarde. El cráneo del sujeto estaba partido a la mitad como si fuera una manzana. Su cara era irreconocible producto de los golpes y el descontrolado frenesí asesino que lo invadió, mismo frenesí con el que asesinó a su madre años atrás.
De rodillas sobre el charco de tierra y sangre, O'Connell no pudo mas que exclamar un sonoro grito a la nada. Un grito de impotencia, rabia y odio contra sí mismo por no controlar su horrible ira.
- Tranquilo, O'Connell– Su llanto se cortó al sentir una mano posarse en su hombro; la mano de su gran amigo Baxter– Ya estamos aquí.
- ¡Baxter!– Exclamó con alegría O'Connell, limpiando las lágrimas de sus ojos. Abrazó con fuerza a su amigo, quien no veía hace años– ¿¡Entonces también está...
- Si amigo– Quién estaba agachado a un costado del cadáver era Elliot, quién recojía el habano aun encendido del fallecido– Harto rato sin vernos.
- ¡Hüeón! ¡Qué bacán que estén acá!– O'Connell observó el destrozado cuerpo de la persona, el cuál parecía aun expulsar burbujas y gruñidos– Disculpen, de verda' cabros... Me cuesta tanto controlarme aún...
- O'Connell, te dije que te calmaras– Baxter colocó ambas manos en la cabeza de su amigo, mirándolo directo a los ojos– Los tiempos han cambiado, ya no vivimos en la villa. Es la época y el momento, ¡nuestro momento!
- El Baxter tiene razón... Puta la hüeá mala– Elliot apagó el puro sobre la cabeza del muerto, sin darle importancia– Es nuestro tiempo de brillar. ¿A quién buscamos ahora? ¿A la Bonnie?
- ¡Bonnie! ¿¡Sigue viva?!– Preguntaba un sorprendido O'Connell.
- Si amigo, vamos por Bonnie y McGregor. Ya después veremos como empezar.

Los tres amigos abordaron el coche fúnebre, mientras que un emocionado O'Connell estaba detrás, junto a los restos del misterioso copiloto. Se mordía las uñas mientras pensaba en el tétrico e incierto futuro que se aproximaba para ellos y para los demás que se interpusieran en su camino.