miércoles, 27 de enero de 2016

@Micro 76, "Ayúdame"

"Ayúdame", era lo escuchaba Jaime en su cabeza mientras comía un pan con queso en el comedor. Al principio pensó que eran las voces que siempre le advierten de no matar o no golpear a alguien pero no, esto era distinto, era una nueva voz.
"Ayúdame", mientras masticaba y el vapor de la taza de té recién hervida se colaba por su nariz, comenzó a observar si es que podría ser algo en la casa; raro, a sabiendas de que en ese momento se encontraba solo.
"Ayúdame", la frase comenzaba a tener sentido al fijar su mirada en el chancho/alcancía de greda que se encontraba al frente de él. Su mirada penetrante y su cara sin expresiones lo observaba directamente a los ojos.
"Ayúdame, Jaime", escuchó claramente su nombre. Jaime dejó de masticar y comenzó a ponerse de pie lentamente sin perder de vista al cerdo. Su corazón comenzó a latir rápido. Los resultados de sus exámenes ya daban cuenta de que tenía la presión alta. Un puerco que le hablaba telepáticamente solo empeoraba las cosas.
"Porfavor, ayúdame", Jaime comenzó a gritar mientras se tapaba sus oídos, vociferando "¡Deja de hablarme chancho conchadetumadre!". Jaime fue a su turbulenta pieza en busca del celular para tomarle una foto al cerdo...

Su celular sonaba pero nadie contestaba, hasta que después sonó apagado. No había ido a trabajar. No había ido a clases.
Pasaron varios días hasta que algunos amigos de Jaime forzaron la entrada de su casa para buscarlo. El celular yacía en el suelo de la casa pero de Jaime no había ningún rastro, salvo un pan con queso rancio a medio comer sobre la mesa al lado de un añejo té.
Uno de sus amigos, Elliot, llevó el celular a su casa para cargarlo, en busca de alguna pista sobre su paradero. La última foto correspondía a la del puerco de greda, sobre la mesita a un costado de la frutera. Elliot miró un buen rato la imagen, hasta que alguien le susurró al oído, "Ayúdame".

martes, 26 de enero de 2016

@Mentiras en el trabajo 13, "¿Dona el peso?"

Macarena sentía el hedor de todos, hasta de ella misma. No era el sol esta vez, sino que el mismo calor que había dentro del supermercado, en donde se producía un asqueroso efecto invernadero haciendo llorar a cada uno de los poros de la piel.
Esta vez tuvo que empacar a la caja al frente de la fila, ahorrándose el pique a las cajas mas lejanas, en donde un caballero canoso de lentes y con, al parecer, indicios de demencia senil, increpaba a su cajero favorito, Camilo.

- ¿Y mis 4 pesos?–. El tipo ya se le veía rojo de ira, haciendo un enorme taco en la fila. Camilo lo miraba sin entender muy bien–. ¡Los 4 pesos que me faltan po', hüeón!
- ¿Disculpe? ¿Qué 4 pesos, caballero?–. Camilo aún mantenía la compostura. A pesar de que las miradas se agalopaban tras él, Macarena sentía que debía ayudar de alguna forma a su amigo cajero.
- ¡Mis 4 pesos po', hüeón! ¡Ladrón! ¡Eso es lo que tú eres, un ladrón!
- Tome caballero–. Macarena extendió su mano al viejo, mostrándole los 10 chuñentos pesos; los 10 pesos mas feos que le habían dado aquella tarde. El viejo miró indignado, dando un manotazo a Macarena y lanzando los 10 pesos al fondo del pasillo.
- ¡Voy a hacer que los echen, irrespetuosos de mierda!–. Camilo y Macarena se miraban con una gran sonrisa, mientras que en la fila de clientes algunos los apoyaban y otros no.

A la mañana siguiente, vino la hora de la lectura de reclamos. Digna de una anotación negativa del colegio, el extenso reclamo se extendía por casi 1 plana entera con lapicera roja. El viejo en verdad se había enojado. Dicho esto, el jefe mostró una noticia perturbadora.
"Sujeto muere aplastado por enorme cartel de publicidad fuera de supermercado". Tanto Camilo como Macarena, respiraron aliviados y victoriosos.

lunes, 25 de enero de 2016

@Micro 75, "Llaves" *

Todos se divertían en la pieza de Bastián. Ya era tarde y se habían pegado los últimos disparos que los mandarían a las tierras de los sueños, sumado a esto, su habitación contenía una densa niebla que generaba una que otra incontrolable tos. Justo antes de irse a sus respectivas casas, Mauricio se da cuenta de algo.
- Loco, no tengo mis llaves –todos se tocaron los bolsillos y observaban en los rincones de la habitación si es que aparecían. Por un momento Mauricio se rindió y creía que debería pasar otra noche en la casa de Bastián, hasta que se le ocurrió mover la cama.
- ¿Movámos la cama? Quizá esté por ahí... al escuchar esto, Bastián tuvo que actuar rápido. Debajo de la cama se encontraba una de las tantas entradas al salón de tortura que le habían heredado sus padres. La sangre debajo de la entrada aun estaba fresca, de la noche anterior. Algunos de los seres aun podían hacer el suficiente ruido para que lo delatasen, a pesar de estar vendados y sin ninguno de sus dientes.
Los peldaños que seguían bajo la entrada oculta, llevaban a una de las primeras habitaciones provistas de camillas, donde Bastián ejercía "el arte del despellejamiento humano", como él le llamaba. Siempre existió la posibilidad de que entre tanto ajetreo en su pieza, alguien pudiese mover la cama, por lo que instaló una aplicación en su nuevo celular que le permitía camuflar la entrada de inmediato, gracias al bluetooth incorporado que traía.

- ¡Ahí están!
señaló Mauricio victorioso hacia las llaves. Bastián observaba en silencio, al parecer, todo había funcionado a la perfección.
- Te imaginai'dice entre risas uno de los amigos, Felipe.– que hubiesen habido unos cuerpos muertes debajo y hüeá.
- ¡Si, los cuerpos de los papás! todos se reían de las bromas respecto a lo que hubiese debajo de la cama. Bastián, sentado en la silla de su computador, tan solo esbozaba una leve sonrisa con su celular en la mano.
- ¿Vamos?
dijo mientras todos dejaban la habitación, apagaba la luz y cerraba la puerta.

viernes, 22 de enero de 2016

@Micro 73, "Sombras"

La verdad es que aún me cuesta asimilar lo que pasó. Estábamos de lo mas bien conversando, fumando un cigarro, cuando de pronto me percato de ello. Nuestras sombras estaban siendo proyectadas en el suelo, gracias al poste de luz que estaba fuera del pasaje.

- Cacha, nos vemos re cabezones– le dije a mi amiga Andrea, quién entre risas corroboró lo que veía.
- Oooh, si, hüeón. ¡Se me ve el medio cráneo!– a pesar de que las leyes de la física, gravedad, no lo sé, la realidad misma impedía que esta idiotez ocurriese, ocurrió de todas formas. Las sombras no estaban siguiendo nuestros movimientos, al contrario, parecía que estuviesen conversando.
Mientras mi amiga aún se reía, quedé congelado al ver como ambas sombras comenzaban a jugar cachipún y a la matita...¡A la matita po', hüeón! ¡Qué chucha!
- Y mira– decía la Andrea riéndose sin control–la cabeza de mi sombra...se parece...a la de mi perro, hüeón– desconozco si mi amiga estaba mirando o no, pero su sombra encendió unos rojos ojos flameantes, como si hubiese escuchado lo que dijo.  Se despegó del suelo para abalanzarse contra ella, mientras mi sombra estaba allí, aun fumando su cigarro de sombra.
- ¡Sueltala, conchatumadre!– me mandó al fondo del patio de un manotaso, sin soltar a la Andrea. Por suerte, las miles de latas de cerveza desparramadas amortiguaron mi caída, mientras observaba como mi amiga aún reía a pesar de que el puto espectro seguía ahorcándola.

Mi sombra dio un brinco, observando la situación, ¡se había despegado del suelo también! Creo que me estaba mirando, pero supuse que eso hizo luego de hacer una despedida con la mano. Abrazó a la sombra de la Andrea por detrás, fundiéndose en un solo ser. Mi amiga ya estaba inconsciente, por lo que desde este momento no vio nada.
La sombra era enorme, de unos 2 metros y medio, quizá mas. Yo seguía sentado encima de las latas, mientras que la sombra observaba sus manos y apretaba los puños, como testeando su nueva forma. El extraño ser comenzó a levitar muy despacio, elevándose cada vez mas del suelo, mirando directo hacia la luna.
Media hora después, un inusitado eclipse sorprendió a todos. Fue trending topic en Twitter, apareció en las noticias, estados de Facebook. Andrea seguía inconsciente, mientras que yo permanecía recostado sobre las latas, mirando el espectáculo. No se porque creo que lo que fumábamos no era un cigarro.

jueves, 21 de enero de 2016

@Micro 72, "Doctor Chañasus"

En la oficina del Dr. Chañasus, todo podía pasar. Había atendido mujeres embarazadas, ninfómonas, homicidas, de la farándula, mujeres en importantes cargos políticos y mujeres normales, por supuesto.
El Dr. Chañasus era un importante ginecólogo de la ciudad, en donde la larga lista de clientas por desear atenderse con el era interminable. Día tras día abría un sinnumero de piernas para introducirse en el temeroso y profundo universo del cuerpo femenino. El doctor, si bien era reconocido por su buen trato, conducta intachable y además, ser muy bueno en su rubro, tenía una característica particular: le faltaban el dedo índice y el del medio de su mano izquierda. Su secretaria sabía solo un rumor de la historia, que un tal Elliot se los había cortado, pero nadie tenia certeza sobre esto.
Una tarde, Chañasus se sentía exhausto. Había sido un día agotador y solo le faltaba una clienta, la cual venía por vez primera a la consulta. Siempre había que ejercer un trato distinto con las primeras. Traspasar su miedo, convencerla de que es por su propio bien, que nadie mas verá lo que él verá, etc.

La puerta se abrió de par en par de una patada. La clienta estaba allí, con la cabeza de la secretaria sangrando aún, mientras de la boca de la alterada mujer brotaba una copiosa espuma.
- ¡Atiéndame, mierda!– descolocado, el Dr. Chañasus ordenó rápidamente la camilla, aún observando de reojo como la vieja dejaba caer el cráneo de la ayudante y caminaba hacia él.
- ¡No sé que hüeá tengo! ¡No sé! ¡Métame alguna hüeá ahí, ahora!– los gritos de la fea culiá' se hacían mas desagradables a cada rato.
- Ne... necesito que se recueste allí para examinarla mej...– la vieja dio un salto hacia la camilla, abriendo sus piernas hacia el doctor. El espectáculo era nefasto. La vagina tenía una extraña cicatriz que parecía ser una sonrisa, los lunares con pelos simulaban los ojos y su hedor le recordaba al puerto, como si estuviese a centímetros de un barco pesquero.
Sin perder jamás su sentido de vocación, el Dr. Chañasus se adentró con el espéculo y la espátula al horrible sexo de la vieja; deseaba tener una muestra de aquel ejemplar.

Pasadas unas horas, el doctor despertó en el suelo. Luego de reincorporarse, sentía un profundo dolor en su cabeza. La oficina seguía con la puerta abierta y no había ni rastro de su secretaria. Confundido, fue a mojarse la cara al espejo. Giro su mano derecha una y otra vez, aun impactado. Sus dedos de aquella mano también habían desaparecido. La enorme vagina le comió los dos últimos dedos que le quedaban para gatillar mujeres.

- ¡No, Dios! ¡Porqué!– nunca mas se vió al gran ginecólogo de la ciudad. Los rumores dicen que ahora tiene dedos de salchicha. Pero bueno, todos sabemos que los rumores a veces, son pura mierda.

miércoles, 20 de enero de 2016

@Micro 71, "99"


- ¿No tienes masking? ¿De ese scotch como de papel? – le preguntó Andrea a su amigo, Elliot.
- Si, en el velador hay uno– Elliot, quién tenía nublado su raciocinio producto de los fármacos, hizo una pausa antes de que recordase lo más importante– No, espera… ¡¡No lo abras!!
Andrea gritó de espanto al ver un montón de dedos humanos cortados, justo antes de que el hacha de su amigo cayera de lleno en sus 4 dedos de la mano derecha, cayendo al suelo como trozos de carne. Mientras su amiga estaba en shock, Elliot se puso a sus espaldas, susurrando a su oído.

- Tus dedos… son bonitos– Elliot se acostó temprano ese día. Ahora tenía 99 dedos, le faltaba el último para terminar su obra maestra (si es que la policía no lo pillaba antes).

martes, 19 de enero de 2016

@Micro 70, "Pupo"



Mientras la comida se hacía escasa y el alcohol excesivo, las palabras más extrañas comenzaron a brotar dentro de la conversación entre los sentados alrededor de la mesa. Uno de ellos era Valentín, quién provisto de una enorme barba que albergaba un sinnúmero de pedazos de miga, vociferaba una verdad inédita para todos los presentes.
-       - ¡Pero si se llama pupo! ¡Al ombligo le decimos pupo!– exclamó Valentín levantando los brazos.
-     - ¿Pupo? Pero si nadie le dice así– las carcajadas no se demoraron en aparecer. En la ciudad donde nació Valentín, pupo era el sinónimo de ombligo; también, era la clave para un portal a otro mundo si es que se decía muchas veces seguidas.
-      - ¡Pupo po’, hüeón! ¿Quién chucha le dice pupo?– espetaba uno de los integrantes en la mesa, con un evidente olor a trago.
-       - ¡Aguante el pupo, loco!
-    - ¡Pupo! ¡Pupo!– todos empezaron a vitorear la palabra prohibida en voz alta mientras sus puños golpeaban la mesa. Bastó que estuvieran 5 segundos así para que el caos se desatara.
La mesa comenzó a temblar mientras desde el centro todo estaba siendo absorbido; mantel, cervezas, botellas de vino, comida, individuales. Las ampolletas explotaron, los celulares mostraban raros símbolos y emitían extraños sonidos guturales propios del inframundo. Todos aterrorizados observaban como el Dios Pupo gritaba desde el portal mientras sus garras sobresalían, aferrándose de la mesa.
-    - ¡Espera! ¡Déjame ayudarte!– en un heroico y bizarro acto, Valentín comenzó a extraer una larga y prominente pelusa del ombligo del endemoniado ser (su cuerpo consistía en un ombligo). Poco a poco la mesa dejó de moverse, las ampolletas se reconstruyeron solas, la comida y los bebestibles comenzaron a reaparecer, mientras que el monstruo comenzó a calmarse. Su cuerpo sin pelusa comenzó a esbozar una amplia sonrisa mientras Valentín terminaba de extraer la porquería negra, pegajosa y hedionda.
Todos los presentes, con sus narices tapadas, veían como el Dios Pupo se despedía de ellos haciendo una clara reverencia. Valentín, por otro lado, estaba extasiado.
-      - ¡Te dije! ¡Te dije! – hizo una larga pausa, respirando dificultosamente– ¡Aquí le decimos pupo!